De la esencia de nuestras danzas

Fotografía.- Omar Betanzos
Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el domingo 25/May/2014] 

En todo el mundo es conocido el traje de la mujer istmeña; vestimenta colorida, fruto de la continua interacción entre los zapotecas y el mundo. El traje de tehuana ―como se conoce popularmente el conjunto de resplandor, huipil bordado (o de cadenilla) y enagua de holán― está asociado a los sones tradicionales istmeños, igualmente, producto de influencias e interacción con el mundo, surgido de la mente y corazón de los músicos zapotecas. 

Una zapoteca vestida de traje duplica su esplendor cuando baila un son. La elegancia de nuestras hermanas, madres y abuelas es incomparable cuando danza al compás de La Llorona, La Sandunga o La Petrona. Nada se iguala, en los varones, al zapateado de Un Son por Alfa Ríos o del Son Beeu

La música de viento significa un aspecto fundamental de nuestro ser como zapotecas istmeños. Todo mundo lo reconoce y así lo valora. Nosotros es que parecemos resistirnos a explayarnos tal como somos; a reafirmar nuestra identidad también de esta manera. Porque así como se habla en zapoteco, se piensa y se canta en zapoteco, se debe, por qué no, bailar en zapoteco.

¿De qué sirve tanta elegancia en las damas si no se proyecta en las danzas? ¿De qué sirven los habilidosos músicos de viento si no pueden compartir su arte en muchas Velas? Los sones y el garbo de las zapotecas se opacan por el predominio excesivo de otros géneros musicales. 

Debemos encontrar un equilibrio entre nuestra cultura y las del mundo; entre nuestra música y los bailes "de moda"; entre las bandas tradicionales y los grupos versátiles. De otra manera, las Velas perderán su encanto, y habrá que ver bailar sones istmeños sólo en las películas, festivales escolares y eventos folklóricos institucionales como la Guelaguetza. 

En nuestras manos está la posibilidad de rectificar, siguiendo el ejemplo de algunas Sociedades de Vela, que alternan un grupo musical con una banda de música para que todos bailen al ritmo de distintos géneros. No se trata de excluir los demás sonidos del mundo, pues nuestra cultura se ha enriquecido de todos ellos. Se trata de no dejar morir los sonidos de la nación zapoteca.

Este mes de mayo, pongo a consideración de los respetables miembros de las distintas Sociedades Zapotecas lo siguiente: que en cada Vela, Lavada de Ollas, Domingo de Fiesta u otras celebraciones, la música que se toque conste de al menos 50% de sones.