HIstorias de Ta Jacinto Lexu I.- De unas mujeres chismosas

Ilustración.- Laura Etel Briseño.
Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario el domingo 01/Sep/2013]


Cierta vez, de visita con unos ancianos tíos, escuché referir la historia de un señor que habitó nuestra región, llamado Jacinto Orozco. Moreno era este hombre; alto y de facciones marcadas. Huaraches de pie de gallo usaba Ta Jacinto, a quien apodaban Lexu, que significa ‘conejo’, debido a su aguda inteligencia que recordaba a las fábulas zapotecas entre Conejo y Coyote.

No fue a la escuela. Cuentan que de niño la necesidad lo empujó a los trabajos del campo para ayudar a su familia. Aunque muchos pueblos se atribuyen el origen de este personaje, la verdad es que no se sabe a bien de dónde exactamente era. Quienes lo conocieron decían que podría pasar por habitante de cualquier comunidad, según su estado de ánimo. Cuando se trataba de bailar un Son, lo hacía como los tehuanos. Las veces que se dedicó al comercio, lo hizo como los juchitecos avezados; agarraba el machete como los blaseños y gustaba mucho del agua de coco. El pozol también era una de sus predilecciones por lo que algunos afirmaban que era ixtaltepecano. De muchacho viajó por las serranías y trabajó, asimismo, en varios pueblos del Valle. Su acento del idioma zapoteco adquiría los matices de la población en que estuviere, por lo que no se le podía identificar lugar de procedencia por esta característica.

El caso es que de Jacinto Lexu me refirieron muchas anécdotas que reflejan la aguda inteligencia de los hombres de antaño. Además de hacer reír, Ta Chintu Lexu hacía reflexionar, a su manera. 

En una ocasión, dos señoras del Barrio Laborío, en Tehuantepec, platicaban asombradas acerca de una muchacha, vecina suya, que resultó embarazada. Las amigas decían que nadie conocía la identidad del responsable y que esa joven había quedado manchada para siempre. “Pobre Juana ―pronunció una de ellas―, no sólo perdió la honra, sino toda oportunidad de una vida de bien”. En eso estaban, cuando iba pasando Ta Jacinto, quien al notar su asombro, exclamó: “De qué se admiran, señoras, si no fue cosa del otro mundo lo que aconteció. Si se equivocó Juanita, es cosa que tiene remedio. Asómbrense cuando Ta Pedro Rito quede embarazado, o cuando de las gallinas de ustedes nazcan iguanas. Mejor atiendan sus hogares en lugar de estar hablando de la gente”. 

Así cuentan que sucedió en Laborío, con Ta Chintu Lexu.