Opinión: Jóvenes y revolución




Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el viernes 18/Ene/2013]

Aclaremos: la juventud es básicamente un período de edad. El señor cuarentón de actitud jovial, un tanto irreverente y afable no dejará de tener sus bien ganadas cuatro décadas. El muchacho serio y estudioso, quizá más prudente que muchos mayores, tampoco dejará de estar joven. A pesar de que culturalmente atribuimos ciertos modos de ser a las personas de acuerdo a determinadas actitudes, la juventud depende de la edad que tengamos. 
     En plena efervescencia política se repite hasta el cansancio un tópico algo desgastado: “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción”. Millones de personas en todo el mundo hacen suya esa consigna atribuyéndole el término revolución al proceso histórico que les haya tocado vivir. De este modo, un sudamericano, un español o un connacional, podría marchar con pancarta en mano sin notar la menor incongruencia en ello.
     Pero ¿a qué llamamos revolución? Hace algunos siglos se le llamaba así a todo movimiento violento que pretendía alterar el orden, independientemente de la exigencia que se tuviera. Esta acepción es cercana al original latín Revolutio -onis (‘revolver’). Posteriormente, con el advenimiento de las Revoluciones socialistas en el Siglo XX, adquirió un matiz más complejo. Vladimir Ilich Ulianov, mejor conocido como Lenin, líder del ala bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (posteriormente Partido Comunista), se definió como un revolucionario. Pero el político germano, nacido en Austria, Adolfo Hitler, así como el Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes (Nazi) se llamaban a sí mismos revolucionarios. Con Benito Mussolini sucedió otro tanto.
     El partido que gobernó nuestro país por setenta años enarbola la revolución en sus siglas hasta el día de hoy. Y el del sol azteca... Total, gente y grupos de variada ideología se han dicho históricamente revolucionarios, y tal vez lo sean. Porque la palabra misma tiene suficientes significados como para que todos quepamos en ella. Según el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, revolución es “1. Acción y efecto de revolver o revolverse. / 2. Cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación. / 3. Inquietud, alboroto, sedición. / 4. Cambio rápido y profundo en cualquier cosa”.
     Hacia dónde queramos cambiar las instituciones políticas es otro asunto. Según esto, los cubanos denominados disidentes podrían ser llamados revolucionarios, así como los fundadores del Partido Acción Nacional (PAN) que pretendían alcanzar un cambio de las estructuras políticas de origen priísta.
     ¿Qué modelo de sociedad queremos? ¿Qué instituciones debemos construir? ¿Cómo lograr una sociedad más justa? Estos cuestionamientos debemos anunciarlos en voz alta, pero responderlos razonadamente; ya que sin una reflexión de las causas profundas que se encuentran detrás de una sociedad decadente, será difícil idear soluciones concretas y efectivas. Repitiendo consignas por moda no transformaremos nada. En los callos está el patriotismo, y en el trabajo la revolución.

Opinión: Justicia comunitaria en Guerrero

Policía Comunitaria. Fotografía.- La Jornada.


Por Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el jueves 17/Ene/2013]

El Estado de Guerrero es famoso por su gente bravía. De ahí era nada menos que Juan Álvarez, veterano de la Guerra de Independencia y artífice de la Revolución de Ayutla, que expulsó definitivamente de la Presidencia de México a Antonio López de Santa Anna. Guerrero también es tierra de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, líderes guerrilleros que mantuvieron en jaque al Ejército Mexicano por más de un lustro, luchando contra los caciques locales y contra el priísmo nacional.
     Guerrero, como todo el país, ha sido presa de la violencia. La extorsión y el secuestro son males que han golpeado fuertemente a la población rural. Los delitos que antaño eran considerados “sólo contra gente rica”, hoy afectan a todos por igual.  
   Desde Guerrero se están divulgando noticias de la exitosa labor de la policía comunitaria de varias poblaciones campesinas. Apenas ayer, el diario La Jornada publicó un interesante reportaje que trata de la manera en que se están organizando los guerrerenses. 
   ¿Por qué razón la gente está tomando la justicia en sus manos? ¿A qué se debe que ciudadanos antes tranquilos, hoy asuman actitudes defensivas? La respuesta es muy obvia: cuando las instancias obligadas a procurar seguridad no cumplen cabalmente con su misión, los habitantes se ven orillados a actuar.
    El tema de la autodefensa es más complejo de lo que pudiéramos creer a simple vista. No basta con reprochar las medidas extremas que toman los pueblos y ciudades hartos de la delincuencia. Si bien, teóricamente, la sociedad crea los mecanismos institucionales para resguardarse, cuando éstos son inoperantes o cuando se han vuelto un estorbo, ¿tiene derecho la misma sociedad de utilizar la fuerza? Es una pregunta difícil. Más todavía, cuando la experiencia demuestra que allí donde se aplican penas severas, los índices delictivos bajan.
    El fenómeno de las autodefensas, o en casos extremos los linchamientos, no son exclusivos de las zonas donde existe mucha violencia o de zonas rurales. Pocos lo saben, pero la Delegación más segura del Distrito Federal es aquella que reporta más intentos de ajusticiamiento: Milpa Alta, al sur de la Ciudad de México. La gente de los poblados que conforman dicha Delegación reacciona severamente ante la más mínima transgresión, a pesar de saber que viven en lugares excepcionales, donde casi no se reportan delitos. Aquí se ve una clara relación entre justicia comunitaria y poca delincuencia. Las personas de Milpa Alta podrían argumentar que es precisamente por la cero tolerancia que demuestran, por lo que no hay delitos en su demarcación.
     El asunto de la justicia por mano propia, puede considerarse desde diversos enfoques. Si lo vemos desde el punto de vista del infractor, podríamos decir que se violan las garantías individuales o hasta que se comete un delito al asumir facultades exclusivas del Poder Judicial. Pero si lo miramos desde la óptica del ciudadano cansado de robos, asaltos, violaciones y asesinatos contra inocentes, podríamos afirmar que es un método radical efectivo, pues disuade a otros delincuentes de realizar sus fechorías. 
     Los abogados quizás se molesten, pero hay que reconocer que mientras las leyes bajo las que ahora nos regimos continúen siendo ineficaces y privilegien al delincuente, nos hallaremos ante nuevos intentos de organización policial propia. No se culpe a los habitantes de las poblaciones del sureste por tomar la justicia en sus manos. Antes bien, intenten los organismos de seguridad cumplir con su trabajo y, en última instancia, procuren los gobernantes cumplir con el suyo, creando fuentes de empleo y condiciones óptimas para un sano desarrollo. Únicamente atacando el problema de forma integral podremos terminar con la delincuencia, la pobreza y la ignorancia que nos aquejan, y que son origen de muchos de los males sociales que hoy padecemos.

Opinión: Morena y Concertación

Morena y Concertación Mexicana serán los
nuevos partidos del escenario político naciona


Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el miércoles 16/Ene/2013]

En algún momento de la historia reciente de México se pensó que el escenario político sería bipartidista. Ciertos personajes veían con benevolencia que en las boletas electorales sólo contaran el PRI y el PAN. Es decir, una lucha entre el centro-derecha y la derecha a secas.
     El PRD perdió mucho de su empuje al finalizar el siglo veinte. El liderazgo de Cuauhtémoc Cárdenas iba mermando, a la vez que el PAN se consolidaba como principal núcleo de oposición al priísmo tradicional. 
     En 2000 pareció conseguirse el objetivo, pues el PRI fue derrotado en las urnas por Vicente Fox Quesada. Entonces se creyó que la izquierda había desaparecido como opción política con posibilidades reales de triunfo.
     Pero aquel mismo año un curioso personaje de habla rara obtuvo una victoria por poco margen en la ciudad que se convertiría en bastión amarillo. El nombre de este político: Andrés Manuel López Obrador. 
     A los pocos meses de su toma de posesión, Obrador iba conquistando aplausos por las políticas sociales que puso en práctica y que fueron tachadas de populistas. Mientras el Distrito Federal se consolidaba como la “Ciudad de la Esperanza”, al país no le iba mejor de mano del Presidente Fox. 
     En 2006 la situación cambió. En la contienda de ese año hubo dos grandes partidos, pero ya no era una lucha entre dos proyectos cercanos, sino la elección entre el centro-izquierda y la derecha. Se llegó a decir que el PRI iba a desaparecer...
     2012 fue el mismo cantar: la competencia real estuvo en dos partidos, pero en esta ocasión de centro-izquierda y de centro-derecha. Lo que se insinuó del PRD en 2000, luego del PRI en 2006, se decía en esta ocasión del PAN…
     Lo cierto es que las tres elecciones recientes demostraron que el imperfecto sistema democrático mexicano estaba funcionando, pues todos contaban con posibilidades reales de victoria. 
     Y es el diagnóstico anterior el que, de alguna manera, ha impulsado tanto a Manuel Espino (expresidente del PAN) como a Andrés Manuel López Obrador (expresidente del PRD y ex candidato presidencial) a fundar sus propios partidos políticos. Saben que es el momento propicio para construir opciones electorales enfocadas a los millones de descontentos. Saben, asimismo, que hay lugar para uno más en la indefinición ideológica imperante.
     Seguramente ambos institutos políticos alcanzarán el registro. Con ellos ―si le sumamos a los tres principales el PT, MC, Verde y Panal― habrá nueve. Enrique Peña Nieto debe estar feliz, porque mientras más partidos existan en el espectro electoral, tendrá mayor control de los hilos del poder y una menor oposición efectiva. Así las cosas.


Opinión: Se esperan nuevos bloqueos



Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el martes 15/Ene/2013]

Esta semana comenzó la jornada de movilizaciones que los profesores de todo el país realizarán para protestar por la reforma educativa impulsada por el Gobierno de Enrique Peña Nieto, pero apoyada por la mayoría de los partidos políticos del país (incluyendo el PAN y el PRD).
     Pronto escucharemos las palabras: “¡Cerrado!”, “¡no hay paso!”, ¡taparon la carretera!”. Ya sea que utilicemos vehículo particular o transporte público, a todos nos afectará.
     Los bloqueos carreteros son el pan de cada día. Cualquier grupo de interés capaz de movilizar a quince personas, fácilmente puede apoderarse de nuestro derecho de tránsito exigiendo la resolución de un problema. Y ¡ay de aquél que ose criticarlos!: es un autoritario.
     Hemos caído en el absurdo, pues argumentando la defensa de los derechos de unos cuantos, se violan los de una mayoría ajena al problema. 
     La región del Istmo se ha hecho célebre no sólo por la hermosura de sus mujeres, el carácter festivo de sus habitantes, o su cultura viva y milenaria, sino por la frecuencia con que se cierran los caminos. Maestros, taxistas, organizaciones políticas, todos utilizan este método ―el bloqueo carretero― para hacerse escuchar. 
     Entiendo que algunas personas de las que se movilizan y que optan por dicha actitud, muchas veces tengan razón. Pero, ¿por qué un individuo que se dirige a sus labores o a visitar a sus parientes, tiene que sufrir las consecuencias de la mala relación entre las autoridades y determinado sector social? En ese caso, un mecánico podría considerarse con la facultad de cerrar las vialidades cada vez que algo le saliera mal en el trabajo…
     No debe confundirse el derecho a la libre manifestación, con la posibilidad de perjudicar a los demás. “Tus prerrogativas terminan donde empiezan las de los demás”, reza una frase. Así, pues; todo ciudadano debe considerarse con la libertad de exteriorizar sus inconformidades, siempre que no dañe a quienes ninguna culpa o responsabilidad tienen por su situación.
     Las personas que cierran las carreteras necesitan tomar conciencia del grave daño que causan a sus conciudadanos. Los líderes gremiales deben tener presente que los métodos violatorios de las garantías individuales no sólo perjudican a terceros, sino a sus mismos movimientos, al restarles apoyo entre la opinión pública.
     Esas formas de “lucha” son anticuadas y contraproducentes. Debemos ir pensando en alternativas que permitan la expresión de las discrepancias sin alterar la vida cotidiana. De otro modo, terminaremos hartándonos y las voces que exigen la intervención de la fuerza pública para desalojar a los “tapacarreteras” se harán cada vez más fuertes.
     Si no queremos llegar a extremos, como a desalojos violentos (que en algunas partes de la Entidad ya se dieron, como en el poblado de Mitla), empecemos por cambiar estos vicios que dejaron los malos políticos. ¡No al cierre de vialidades!

Opinión: Violencia desmedida

Carlos Sánchez, Beedxe', fue salvajemente golpeado

Por Gubidxa Guerrero

El viernes anterior se vivieron hechos de violencia en la ciudad de Juchitán. Diferentes grupos de mototaxistas protagonizaron un enfrentamiento en la Octava Sección, Cheguigo, que pudo terminar en tragedia. El saldo fue de un herido de bala, varios golpeados y cuantiosos daños materiales. 
     Estamos en un año electoral. A siete meses de los comicios municipales en la tierra del General Charis, los líderes políticos afilan navajas para la contienda. El dinero, las colonias “populares” y los grupos de mototaxistas serán factores cruciales en la batalla final. Los acuerdos cupulares no se descartan, y desde hace meses se dan intensas negociaciones.
     En este contexto se enmarca el enfrentamiento del pasado 11 de enero. No es casualidad que una de las víctimas fuera Héctor Matus, connotado dirigente priísta, exalcalde de Juchitán, quien recientemente fue detenido por las autoridades veracruzanas (acto, al parecer, de represalia por sus declaraciones políticas).
     Es necesario destacar y denunciar la golpiza que se propinó al joven Carlos Sánchez, mejor conocido como Beedxe', por gente cercana a ciertos líderes de la COCEI. Según algunas versiones, dicha tunda es consecuencia de las gestiones que Beedxe’ ha venido realizando a favor de un grupo de mototaxistas independientes.
     Lo peor de la política está aflorando. Quienes hace poco más de un año comenzaron a circular por las calles de Juchitán de manera ilegal, hoy alzan la voz para exigir que no haya más pequeños vehículos haciéndoles competencia.  ¿Con qué autoridad moral? 
     En el fondo, lo que está preocupando a quienes promovieron el enfrentamiento del viernes anterior, es el temor de perder representatividad ante un elevado número de personas. Las consignas parecen ser: que no haya más dirigentes en el escenario político, que no haya grupos independientes de militantes, que no haya más  poder en las zonas humildes que el de los políticos de oficio. 
     La caldera del descontento social está sometida a una gran presión. Hacemos un llamado a las partes esperando que se conduzcan con responsabilidad y madurez para que esta escalada de confrontación no acabe mal…

Historias de Ta Jacinto Lexu IV: De los padres consentidores




Por Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el domingo 13/Ene/2013]

Una mañana llegó Ta Jacinto Lexu a Huilotepec, poblado zapoteca entre la zona huave y San Blas Atempa. Cansado venía el hombre de la fiesta de La Candelaria en San Mateo del Mar, y solicitó un poco de agua. Un viejo amigo lo invitó al patio de su casa, bajo un frondoso árbol.
     Sentados en la sombra, con la brisa del mar acariciando sus rostros, el anfitrión preguntó a Ta Chintu: “Hermano; tú que tienes más experiencia y has recorrido tantos pueblos nuestros, dime por qué los hijos de gente sobresaliente muchas veces defraudan a sus padres. He visto que hombres y mujeres de Tehuantepec, Juchitán, o de acá mismo, trabajaron afanosamente durante toda una vida, y construyeron un patrimonio que sirvió solamente para que los descendientes lo dilapidaran”.
     Ta Jacinto se levantó por una jícara de agua fresca que tomó de una tinaja de barro junto al tronco del árbol. Bebió lentamente, y mientras caminaba hacia su silla comenzó a decir: “Es muy triste lo que dices, paisano, pero tiene mucho de verdad. Existen hijos ingratos que no valoran lo que sus padres con tanto esfuerzo les procuraron. Pero dime tú; si vieras a un perro agresivo que atacara a las personas en la calle y no obedeciera ni a la familia que lo alimenta, ¿culparías al animal o al dueño?”. El señor de la casa, dijo sin dudar: “Pues al dueño, porque un perro debe ser amaestrado para que cuide bien el hogar y respete a quienes no representen peligro. Hay personas tontas que no saben cómo educarlos, y los pobres animales resultan un mal que da muchos dolores de cabeza”.
     “Lo mismo sucede con los hijos ―expresó calmadamente Ta Jacinto Lexu, mientras se sentaba―. Muchas veces nos sorprendemos de que sean irresponsables y flojos, cuando los padres no hicieron algo para evitarlo. Si un hombre llega a acumular una pequeña fortuna a base de trabajo y esfuerzo, de disciplina y privaciones, ¿piensas que los jóvenes van a valorar esa riqueza si les impide realizar lo que él mismo hizo? He escuchado a gente decir: ‘No quiero que mis hijos pasen por lo que yo pasé’. A lo que he respondido: ‘Entonces no te sorprendas de que no sean tan esforzados como tú’. Es triste ver a buenos muchachos convertidos en borrachos y en irrespetuosos por ciertas circunstancias; pero es más triste verlos así por la negligencia de sus padres. No hay que malinterpretar el cariño. El amor hacia los hijos se demuestra haciéndolos personas de bien, cosa que sólo se consigue levantándolos temprano, poniéndolos a trabajar y enseñándoles la obediencia y el respeto. No podrá saborear una buena comida quien nunca haya pasado hambre. Y un hijo jamás valorará el esfuerzo paterno si no pasa privaciones”.
     Así habló Ta Jacinto Orozco una vez en Huilotepec. Esa noche el señor de la casa, que tenía un hijo como de siete años, platicó con su esposa. Antes de acostarse, le dijo: “Desde mañana, el chamaco me va a acompañar al campo…”