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Foto.- Ana López |
Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario el domingo 02/Abr/2017]
Nisa nació una tarde de primavera en un lugar donde una suave brisa sopla casi todo el tiempo, entre cerros que se divisan en el horizonte. Huilotepec se llama el poblado donde esta niña morena vio los primeros rayos del sol, en la planicie costera del Istmo de Tehuantepec.
La niña ‘agua’ era delgada, pero con mucha energía. Por alguna extraña razón la gente pensaba que era muy tímida, lo que no era cierto, ya que Nisa poseía una seguridad inusitada. En realidad, la pequeña era reflexiva. Le gustaba platicar, pero no podía partirse en dos: entre quien parlotea y quien sueña. Por tanto, prefería nadar en la profundidad de la mente.
En Huilotepec se respira a espuma, puesto que a su espalda se encuentran dos mares: la Laguna Superior y la Mar del Sur, también llamado Océano Pacífico. Por tanto, sus habitantes viven casi al ras del suelo. Es fácil suponer que la neblina es un fenómeno sumamente extraño; por no hablar de las nubes, que sólo se ven acerarse a las montañas de la lejanía
Nisa tenía un anhelo: caminar entre las nubes. Había escuchado que, para ello, requería andar varios días rumbo a Lachiguiri o en dirección a Guevea, porque a los altos cerros del trayecto bajaba, de cuando en cuanto, algún nubarrón distraído.