El pozo

Ilustración.- Gregorio Guerrero
(basado en una foto de Héctor García)

Gubidxa Guerrero

Existen antiguos vestigios que perviven con el paso de los siglos. Tal sucede con un viejo pozo que se encuentra a las afueras de Laollaga, al que todos parecen ignorar. A pesar de ser un punto neurálgico de la zona, nadie osa acercarse. 

Sobre aquel misterioso pozo se cuenta una historia que procuraré referir en los términos que yo mismo escuché: 

El Istmo de Tehuantepec durante la Guerra de Independencia de México


Lejanos vemos los hechos de armas de 1810 en el pueblo de Dolores, cuando el cura Miguel Hidalgo y Costilla arengó a la población durante la madrugada del 16 de septiembre de 1810. Lejanos en el tiempo y en la distancia.

Los habitantes del Istmo de Tehuantepec mantenemos viva nuestra historia oral. Las gestas de los antepasados se transmiten de generación en generación, de abuelos a nietos, de padres a hijos. Todavía resuenan los nombres de Máximo Ramón Ortiz, Remigio Toledo y Juana C. Romero, en Tehuantepec. De José Gregorio Meléndez, Albino Jiménez o el Licenciado Che Gómez, en Juchitán, se entonan hasta corridos. Sin embargo, poco recordamos sobre la participación de los pueblos istmeños en la Guerra de Independencia de Nueva España. Acaso algunas anécdotas sueltas.

Afortunadamente varios cronistas locales como Gilberto Orozco y Germán López Trujillo, de Juchitán; o Herón Ríos Núñez, de Ixtaltepec, recabaron información de ancianos que eran niños cuando la batalla del 5 de septiembre de 1866 y que, por tanto, de sus abuelos escucharon historias de cuando en 1813 el Capitán General Don José María Morelos y Pavón envió a la Provincia de Tehuantepec a Mariano Matamoros, otro independentista destacado, segundo al mando en el movimiento insurgente. Para mayor fortuna, historiadoras como Leticia Reina o Laura Machuca han profundizado en el pasado de la región, además de investigadores locales como Mario Mecott y Víctor de la Cruz

Aída López Piza y la educación comunitaria

Na Aída López Piza Bolán, maestra comunitaria 
Gubidxa Guerrero 

¿Cómo hacían los paisanos que vivieron hace varias generaciones para aprender las primeras letras? ¿Qué estrategia utilizaban las comunidades zapotecas para alfabetizar a los pequeños cuando no estaba generalizada la educación pública, obligatoria y gratuita?

Si alguien pregunta a sus mayores, verá que algunos jamás pisaron un aula; sin embargo, aprendieron a leer y a escribir. ¿Qué artificio es ése? Sucede que ante la falta de profesores, la gente más avanzada trataba de enseñar lo que sabía a otros, con el afán de que el pueblo no estuviera en desventaja.

El origen de la Vela López

Fotografía: Dulce Gutiérrez Calvo


Gubidxa Guerrero

Se cree erróneamente que las Velas Juchitecas provienen de un Decreto que Benito Juárez, entonces Gobernador interino de Oaxaca, promulgó en su visita al Istmo de Tehuantepec en el año de 1857, pocos meses antes de que se convirtiera en Presidente de la Suprema Corte de Justicia y tuviese la oportunidad de substituir a Ignacio Comonfort de la Presidencia de la República, cuando éste desconoció la Constitución que el Partido Liberal había promulgado el 5 de febrero de ese mismo año.

Lo cierto es que las Velas provienen de tiempos coloniales, cuando el catolicismo se fundió con las creencias de las naciones originarias. Los viejos Gui'ña, baúles sagrados donde las comunidades prehispánicas guardaban sus códices y objetos rituales, se convirtieron en el centro de las nuevas Cofradías. Hoy, en Juchitán, así como en otros poblados del Istmo, las Mayordomías, las Sociedades de Vela o, lo que es lo mismo, los Comités de Festejos, atesoran bellos baúles de caoba, cedro o huanacastle, donde tienen depositados los enseres sagrados de la comunidad.