Opinión: Mareña Renovables, ¿se va?



Gubidxa Guerrero 

[Texto publicado en Enfoque Diario, el viernes 1/Feb/2013]

Jonathan Davis, Presidente del Consejo de Administración de Mareña Renovables, anunció ayer el retiro de la empresa del Istmo de Tehuantepec. Según la noticia que circuló en varios medios, la falta de garantías jurídicas para efectuar una inversión multimillonaria en San Dionisio del Mar, propicia la salida.
     En conferencia de prensa mencionó que “la tolerancia de la compañía se agotó”. Sin embargo, la salida no es definitiva, sino más bien parece un golpe de mesa ante la inoperancia del Gobierno del Estado.
     Para los empresarios que representan los intereses de grupos transnacionales como Femsa y Mitsubishi, la oposición al proyecto por parte de un sector de la población es la principal causa de esta decisión. 
     Este conflicto tomó relevancia nacional, sobre todo por la intervención de organizaciones sociales como UCIZONI (Unión de Comunidades Indígenas de la Zona Norte del Istmo). Para Mareña Renovables, la inversión  podría mantenerse únicamente si en Oaxaca “se aplica la ley”, es decir, si se procede contra las personas y organizaciones opositoras.
     El parque eólico que pretende construir Mareña en terrenos comunales de San Dionisio, costaría más de mil millones de pesos, y dejaría ganancias netas para el pueblo, de aproximadamente veinte millones anuales. Sin embargo, el detalle estriba en que los beneficios para la empresa sería mucho mayor: de varios cientos millones de pesos al año.
     Algunas personas que se oponen a la construcción lisa y llana, han llamado a la reflexión. No sólo se trata de demonizar una inversión que muy probablemente sea necesaria, sino que los acuerdos sean equitativamente benéficos. Las empresas traen el dinero (del que mayor parte proviene de préstamos), pero las comunidades son dueñas ancestrales de la tierra. Dos verdades insoslayables, de las cuales pudiera surgir una mancuerna positiva. 
     El Gobierno del Estado de Oaxaca tiene una misión que cumplir como garante de los derechos de los pueblos, más que de los empresarios “amigos”. Después de todo, el dinero de sus funcionarios resulta de los impuestos que pagamos los ciudadanos. 
     Detrás de todo este asunto hay muchos intereses, políticos y económicos, encontrados. Ojalá, por el bien del desarrollo sustentable y de los mismos pueblos, se llegue a un acuerdo benéfico para todos. Es posible.

Opinión: Los gastos de campaña según el IFE




Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el jueves 31/Ene/2013]

Nuestro sistema electoral es un tanto peculiar. Si bien los comicios son relativamente seguros, los distintos institutos políticos tienen vía libre para delinquir, es decir, para violar las normas en la materia.
     Si un candidato derrocha dinero en su campaña proselitista, difícilmente obtendrá algún tipo de sanción. Para cuando las instancias correspondientes se enteren, el personaje habrá tomado posesión del cargo. Y ni modo de destituir, digamos, al titular del Ejecutivo.
     Tal sucedió en la pasada contienda presidencial. El gasto oneroso del candidato del PRI-PVEM fue evidente. No sólo tuvo un equipo de producción de primera, que le elaboró spots costosísimos, sino que inició la campaña política con mucha antelación, apareciendo en revistas de espectáculos y en “notas periodísticas” más que pagadas.
     Tan sólo en publicidad externa: vallas, carteles y bardas, los gastos del equipo de Enrique Peña Nieto, fueron cuantiosos. Por no mencionar Mónex, Sorianagate y las erogaciones de dudosa procedencia.
     Sin temor a equivocarse, cualquier ciudadano podría afirmar que el ahora Presidente gastó más en campaña que Josefina Vázquez Mota y Andrés Manuel López Obrador juntos. No hay duda de que el tiempo de exposición fue mucho mayor. Y no me estoy refiriendo a los tiempos oficiales que el IFE asignó a cada aspirante, sino a los contratos secretos por campañas bien definidas. 
     No obstante todo lo anterior, resulta que las cosas no fueron como se pensaba. Según la autoridad competente, el PRI no sólo no rebasó los topes de campaña, sino que no cometió ningún otro delito electoral, como mapachería. Los contratos que el tricolor firmó están escrupulosamente elaborados (aunque contengan cifras risibles para productos caros, como comerciales y demás).
     El que sí se excedió fue el candidato de las izquierdas, Andrés Manuel López Obrador. Según esto, El Peje sobrepasó por varias decenas de millones de pesos el tope de campaña. 
     Todo lo anterior mina profundamente la credibilidad del IFE; pues en lugar de que el PRI hubiera merecido ―aunque a destiempo― algún tiempo de sanción, se le encontró libre de toda irregularidad. Mejor hubiera sido que aplicaran el popular consejo: “o todos coludos o todos rabones”. 
     Aunque impune, sería mejor encontrar inocentes a todos (inclusive si la evidencia apunta al PRI), que achacar culpas al partido que impulsó al abanderado que viajaba en aviones comerciales y no en jets privados, como el mexiquense.
     Cosas de la política. Pero cuidado: no sea que a Obrador le estén dando un nuevo pretexto para victimizarse, y que el tiro salga por la culata…

Opinión: La suerte está echada…

Se dice que todo está decidido en las elecciones.


Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el miércoles 30/Ene/2013]

Hace algunas décadas, bastaba el dedo poderoso de un personaje para que se pusiera en marcha la maquinaria partidista en la selección de candidatos. El Presidente de la República era el fiel de la balanza en la disputa por las candidaturas estatales. Si bien no tomaba una decisión a la ligera, la opinión del titular del Ejecutivo contaba, y mucho. Los mandatarios estatales, a su vez, elegían dedocráticamente a los aspirantes a las alcaldías.
     De todo lo anterior, el aspecto más increíble es que cada uno podía heredar el puesto al que quisiera o más conviniera a sus intereses.
     La maquinaria política mexicana estaba perfectamente engrasada. No faltaban las disputas menores por algún puesto importante, cosa que se resolvía civilizadamente mediante la asignación de un cargo público.
Pero las cosas cambiaron cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) sufrió su ruptura histórica: la salida de Cuauhtémoc Cárdenas. Lo anterior desequilibró todo, y las cosas no volvieron a ser lo mismo.
     Ahora los ciudadanos eligen a sus representantes (o a sus verdugos, según se dice). Ninguna elección deja de tener sus sorpresas, de tal manera que, aunque existan ventajas en uno u otro bando, jamás está dicha la última palabra. Sin embargo, en los últimos tiempos, existe una nueva modalidad de dedazo: no se designa a quien será el ganador, sino que se procura asegurar la candidatura de quien garantiza una derrota.
     De ese modo, los dirigentes de cualquier instituto político hacen lo posible por influir en la elección interna del contrario, procurando que postulen a las personas con menos posibilidades.
     Se dice que en el Istmo de Tehuantepec la suerte está echada. Que no habrá sorpresas, y que en los principales municipios todo está arreglado. Este hecho ha intimidado a ciertas personas que no quieren derrochar su capital político (ni su dinero, en campañas condenadas al fracaso). Si todo está decidido “desde arriba”, ¿qué caso tiene competir?, argumentan.
     En las elecciones municipales venideras no sólo se juegan los cargos públicos, sino cuantiosos recursos económicos. Los presupuestos de Salina Cruz, Tehuantepec y Juchitán superan juntos los dos mil millones de pesos por trienio. De ese tamaño es la apuesta. Por tanto, los grupos de poder detrás de las precandidaturas desean asegurar la inversión, lo que estaría obligándolos a pactar muy temprano.
     Se dice que en Juchitán la victoria de Emilio De Gyvés es casi un hecho. Que “ya le toca”, como si se tratara de un juego de pirinola. Y así como Juchitán lo recuperará el PRD, en Tehuantepec se mantendrá el PRI y en Salina Cruz el PAN. 
     Los pronósticos nunca son certeros, pero no está de más referirlos. No obstante, querido lector, la suerte última de los aspirantes la determinará usted en la urna de votación. Razone su sufragio.

Opinión: Los patos a las escopetas, o ironías de la política local

Si se aplica la ley, habría de empezar con los mismos
mototaxistas que hoy se manifiestan. Foto de archivo. 



Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el martes 29/Ene/2013]
Hace pocos días marcharon cientos de mototaxistas en Juchitán. El fenómeno, cada vez más usual en la tierra del General Charis, fue para exigir la aplicación de la ley en contra de los vehículos “pirata”.
     Aunque el asunto parece una broma, lo cierto es que los sempiternos líderes de la otrora digna COCEI, instruyeron a sus operadores para que sacaran a las calles a los cientos de militantes. 
     Dentro de la tragicomedia istmeña este asunto es especial, pues quienes se han caracterizado por el uso descarado de la violencia, suplican porque cesen las amenazas contra sus líderes. 
     Uno de los propósitos por el que supuestamente marcharon los conductores de varias organizaciones, fue para responsabilizar ante el mundo a Héctor Matus Martínez, de cualquier agresión que sufran sus dirigentes.
     Pero, un momento: ¿No fueron los mototaxistas cercanos a la COCEI los que saquearon y destrozaron una farmacia del político priísta, popularmente conocido como Garnacha? ¿No fueron personas cercanas a dos conocidos dirigentes, quienes agredieron físicamente a Carlos Beedxe’, coordinador de Radio Totopo? ¿No fue el comunicador de Canal 10, José Luis López, golpeado igualmente hace casi un año?
     La sociedad vive en la zozobra por el temor que infunden algunos personajes. Y si bien, la condena no debe generalizarse, tampoco deben voltearse los papeles como por arte de magia, pues para todos es sencillo determinar cuál ha sido la parte agresora en este asunto.
     Y con respecto los vehículos “pirata”… Si se comienza a aplicar la ley, habrá de iniciar con los mismos mototaxistas que hoy se creen “legales” (porque los respalda un documento obtenido a base de cierres carreteros). ¿O se han olvidado de cómo ellos mismos exigían el derecho de ganarse honradamente el pan para sus familias?
     Sin embargo, detrás de todo este embrollo hay una sola cosa: las elecciones municipales. Los aspirantes a la presidencia se valdrán de cualquier pretexto para mostrar el músculo. No importa que el pueblo no les crea una sola palabra, ni que hayan resultado peor que lo que en su momento combatieron. El mensaje no va para la ciudadanía, sino para los adversarios políticos, o los prospectos de amigos, en caso de que deseen una alianza.
     La política regional ha descendido de nivel. La ciudad que alguna vez fue faro para muchos pueblos de México, hoy vive sumida en las peores prácticas clientelares. Lástima.