Bixandu'

Fotografía Juquila Ramos.
Gubidxa Guerrero Luis

Octubre es un mes especial, tal vez el más raro de los meses del año. En la región istmeña octubre huele a flores del camposanto, huele a nuestros difuntos.

Contrario a lo que sucede en otras regiones del mundo, la muerte es para los zapotecas una etapa más en el ser. Cuando uno muere físicamente, continúa vivo en otro sitio. De hecho, la muerte es apenas el comienzo de una serie de peripecias que conducen al individuo al más allá.

Un difunto necesita conocer el camino y seguir estrictamente ciertos pasos para completar su etapa. Cuando alguien pierde la vida terrena, tarda todavía varios meses en llegar al inframundo, al cielo, o al paraíso, según las creencias de cada quién. 

La persona aún necesita hacerse de un perro que lo cruce del otro lado de un caudaloso río que debe atravesar forzosamente, y demás minucias que mucha gente conoce bien.

No obstante, un aspecto importante de nuestra tradición es cuando las almas retornan cada año. No llegan en noviembre, como marca el catolicismo, sino en el mes de octubre.

Cuando llegan las almas

Altar tradicional conocido como biguié'
Gubidxa Guerrero Luis

Una vez al año muchas familias disponen lo necesario para la llegada de sus muertos. Todos vienen sin importar la edad, género o la ocupación, según antigua creencia transmitida de generación en generación desde hace miles de años.

Pero, como en toda práctica de fe, nunca faltan aquellas personas que suelen burlarse o desdeñar la creencia de sus mayores. Así era Ta Mariano Vera, señor del barrio Cheguigo, en Juchitán.

Perdió Ta Mariano a su padre una noche de diciembre. El señor de casi noventa años falleció apaciblemente en su catre. La esposa del difunto murió pocas semanas después. La mayoría pensó que, al igual que su marido, dejó de existir a causa de los años; pero los observadores supieron la verdadera razón: la tristeza que provoca la viudez.