El debate en Juchitán

Gubidxa Guerrero 

Y el día llegó. Cuatro candidatos a la presidencia municipal de Juchitán compartieron el mismo escenario para hablar de los temas que más preocupan a los habitantes de una de las ciudades más importantes del Estado de Oaxaca.
     
El 29 de mayo se dio a conocer la noticia. En el marco del 160 aniversario de la muerte de José Gregorio Meléndez y de la proclamación de la independencia del Istmo de Tehuantepec con respecto el Estado de Oaxaca, el Comité Autonomista Zapoteca “Che Gorio Melendre” lanzó la convocatoria a un debate entre los candidatos a la presidencia municipal de Juchitán.
     

Opinión: Cauces para la paz

Gubidxa Guerrero 

[Texto publicado en Enfoque Diario el lunes 17/Jun/2013]

La tarde del Martes Santo 26 de marzo de 2013 Juchitán vivió un episodio lamentable en su historia reciente. Más de un centenar de policías estatales intentaron efectuar un desalojo en la Séptima Sección de Juchitán, rumbo al camino que conduce a Playa San Vicente.
     Los manifestantes mantenían un retén desde finales de febrero, con el que impedían el paso de vehículos pertenecientes a las empresas subcontratadas por las eólicas, así como el de camiones de la Agencia Modelo del Istmo. La presión de algunos sectores dio el pretexto perfecto al Gobierno del Estado para que intentara un desalojo que dejó un saldo de decenas de uniformados y civiles heridos, algunos de gravedad.
     Una mujer policía fue detenida por los pobladores, quienes afirmaban que no la liberarían. La Secretaría de Gobierno estaba pensando en montar un operativo de rescate que, de haberse realizado, habría sido de funestas consecuencias, puesto que los vecinos de la Séptima no permitirían un nuevo intento de desalojo. 
     Entre la incertidumbre del momento, cuando ningún líder político era escuchado, porque hacía mucho que los habían rebasado, las partes encontraron un magnífico intermediario: Martín Eduardo Martínez García, Presbítero de la Parroquia del Señor de Esquipulas, quien con el apoyo de algunos integrantes del Comité Melendre, logró fungir como mediador en un momento crítico.
     Gracias a los buenos oficios del Padre Martín la situación se calmó. La mujer policía pudo ser entregada sana y salva, a cambio de que el Coordinador de la Secretaría General de Gobierno en el Istmo, Rodrigo Velázquez, asumiera ciertos compromisos públicos, como que no habría represalias contra ningún miembro de la Asamblea del Pueblo Juchiteco (APJ) por los hechos acaecidos ese día.
     Con anterioridad el Padre Martín había jugado roles importantes en asuntos del fuero común, cuando con muchísimo tacto había conseguido dialogar con grupos que asolaban la zona. El diálogo ha sido su principal arma en su acompañamiento de los más humildes.    
     En mayo volvieron a vivirse hechos violentos en Juchitán, pero esta vez en la parte norte de la ciudad. Hubo casi veinte detenidos y mucha preocupación entre la clase política. Nuevamente, en momentos en que no parecía haber voz alguna que fuera escuchada, el Padre Martín fue requerido por los familiares de los presos para su intercesión.
     Gracias a personas como el Presbítero del Señor de Esquipulas la situación no ha estallado. Desafortunadamente en cuestión de días será movido a otra ciudad, en una serie de ajustes que está haciendo el Obispado a nivel regional.
     La Iglesia Católica tiene sus reglas y los sacerdotes saben obedecer. Sin embargo, Juchitán perderá un interlocutor fundamental en un momento delicado. Ojalá quienes toman las decisiones estén conscientes de lo debilitada que dejarán a la sociedad juchiteca con el cambio del Padre Martín.
     Es paradójico que cuando en la ciudad de las flores urgen personas comprometidas con la paz, se traslade a uno de sus principales defensores a otra población.  

Opinión: Crisis moral de nuestro tiempo

Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario el domingo 16/Jun/2013]

Nuestra sociedad está en crisis. En ninguna parte parece existir orden. Casi toda la clase política está corrompida, y no da muestras de mejora inmediata. Cientos de millones de pesos destinados a los servicios públicos se quedan en los bolsillos de unos cuantos. El cinismo es la norma. El sentido elemental del decoro, y la vergüenza, han dejado lugar al desparpajo. 
     Sin embargo, lo más terrible no se encuentra en los partidos políticos o en las élites gobernantes. Lo verdaderamente peligroso está ocurriendo en nuestros hogares y en las calles. Desde hace algunos años, nuestros pueblos están siendo socavados por males mucho peores que los políticos ineptos. Son los vicios, tolerados y hasta fomentados, los que afectan el corazón de nuestras sociedades, y de los que ningún político quiere hablar. Es la pérdida de valores humanos lo que abre camino a que los niños mimados de hoy sean los déspotas del mañana.
     ¿Qué hay del alcoholismo? Por sí solo, este mal corroe todo el tejido social: propicia violencia intrafamiliar, accidentes, delitos, deterioro de la economía doméstica. En la inmensa mayoría de los accidentes de tránsito, los responsables iban alcoholizados; lo mismo sucede en los casos de agresiones a la pareja. Y dicho mal no sólo es tolerado, sino alentado abiertamente mediante hábiles estrategias publicitarias que pretenden hacernos creer que emborracharse es “lo tradicional”.
     ¿Qué diremos de la diabetes? Una enorme cantidad de paisanos padecen esta enfermedad debido a los malos hábitos alimenticios y al sedentarismo. Antiguamente, las personas ingerían altas cantidades de grasa, mismas que gastaban con las jornadas agotadoras bajo el sol. Ahora, cada vez son más raras las personas que caminan.
     ¿Y los adolescentes y jóvenes? Son miles los que han perdido el sentido elemental del respeto y de la responsabilidad, pues con el ejemplo que reciben del entorno, no podemos esperar otra cosa.
     Y así podríamos ir enumerando otros males que nos agobian, y de los que poco se habla o se denuncia. Pero la cultura nos puede salvar. Las auténticas tradiciones, y no los vicios disfrazados de tales, nos muestran el camino. La honorabilidad, el respeto, la ayuda mutua, la honradez, y demás valores transmitidos a través de muchas generaciones son nuestro baluarte. 
     Lo propio no debe ser sinónimo de obsoleto. Más bien debe servir como el cimiento sobre el que hay que construir un mejor presente para proyectar un próspero futuro. Es cuestión de saber ir con tiento, con respeto y humildad.

Opinión: Dos tipos de críticos: el que propone y el que descalifica

Gubidxa Guerrero 

[Texto publicado en Enfoque Diario el viernes 14/Jun/2013]

Según Wikipedia “un troll describe a una persona que publica mensajes provocativos, irrelevantes o fuera de tema en una comunidad en línea, como un foro de discusión, sala de chat o blog, con la principal intención de provocar o molestar una respuesta emocional en los usuarios y lectores, con fines diversos y de diversión o, de otra manera, alterar la conversación normal en un tema de discusión, logrando que los mismos usuarios se enfaden y se enfrenten entre sí. El troll puede crear mensajes con diferente tipo de contenido como groserías, ofensas, mentiras difíciles de detectar, con la intención de confundir y ocasionar sentimientos encontrados en los demás”. 
     Esta sencilla definición aplica a la perfección a una clase de ciudadano que no propone, no critica ni participa, sino que únicamente descalifica. 
     Muchos malos políticos han provocado que cada vez haya más personas desencantadas con una de las labores más ennoblecedoras: gobernar. Tal como algunos malos profesores han desprestigiado a la docencia, los políticos corruptos han alejado a los mejores ciudadanos de la vida participativa.
     Sin embargo, el desencanto por la partidocracia no debe implicar que nos alejemos de la vida pública. De otro modo seríamos “analfabetos políticos” según la magnífica definición de Bertolt Brecht: “El peor analfabeto/ es el analfabeto político./ Él no oye, no habla/ ni participa en los acontecimientos políticos./ No sabe que el costo de la vida,/ el precio de los frijoles, del pescado,/ de la harina, del alquiler, del calzado/ y de las medicinas/ dependen de las decisiones políticas./ El analfabeto político es tan animal/ que se enorgullece e hincha el pecho/ al decir que odia la política./ No sabe el imbécil que/ de su ignorancia política proviene/ la prostituta, el menor abandonado,/ el asaltador, y el peor de los bandidos,/ que es el político aprovechador,/ embaucador y corrompido,/ lacayo de las empresas nacionales y multinacionales”.
     Al descalificar toda acción política (sea elecciones, manifestaciones pacíficas, críticas constructivas) sin otro argumento que el odio, el troll ciudadano favorece a los peores personajes. 
     Como ejemplo, citaré un comentario recurrente en la página oficial en Facebook del Comité Melendre, organización que este domingo realizará un debate entre los candidatos a la presidencia municipal de Juchitán: “Los debates siempre lo ganan los mentirosos y hábiles para los discursos. ¿Para qué hacer un debate? No sirven de nada. ¡No al debate!”. 
     La persona que ‘copia’ y ‘pega’ este comentario en todos lados no hace una contrapropuesta, tampoco realiza ningún tipo de acción en beneficio de la comunidad o de la concientización ciudadana. Sólo pretende, como en la definición de troll, “provocar o molestar”. Para muestra, basta con echar un vistazo a su perfil.
     Si la ciudadanía no se pronuncia creando mecanismos de participación, nadie lo hará por nosotros. La construcción de una sociedad más justa pasa necesariamente porque los habitantes luchemos por nuestros propios espacios de expresión, y critiquemos y encaremos a los políticos de oficio de manera respetuosa. El debate del domingo es apenas uno de los primeros pasos en ese sentido. Faltan muchos más, pero todos debemos caminar juntos.