De la solidaridad. Historias de Ta Jacinto Lexu VI

Iglesia de Mixtequilla
Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el domingo 15/Dic/2013]

Mixtequilla es un pueblo bello. Un pequeño cerro ―desde el que se divisa la planicie costera― resguarda el lugar. A un lado transita apacible el Río Tehuantepec, que baja imponente desde Jalapa del Marqués. 

Cierta mañana caminaba Ta Jacinto Orozco, al que todos apodaban Lexu, por dicho pueblo. Había salido de San Blas Atempa durante la madrugada subiendo el ‘Portillo de San Antonio’ para bajar al centro de la ciudad de Tehuantepec. De ahí se encaminó hacia el Barrio de San Sebastián para enfilarse a las Labores que están a un costado, ya que entre sus huertas está el camino recto que va de Guizii a Mixtequilla, y que desemboca justo al centro de esta pintoresca población.

Cuando Ta Jacinto iba entrando vio cómo un muchacho cargaba penosamente un costal de elotes. “¿Adónde llevas esa pesada carga? ¿No tienes acaso un animal que haga el trabajo por ti?”, preguntó el hombre. “¡Ta Jacinto!, vengo del terreno de mi amigo. Estamos cosechando y me pidió ayudarlo”, dijo el joven, contento por saludar a nuestro personaje. “Qué bueno, muchacho. Es preciso que los amigos se apoyen, porque entre dos es más liviano el trabajo. Imagino que debe venir detrás de ti con una carga similar, si no es que va más adelante o se quedó trabajando allá”. Entonces, un tanto apenado, el joven respondió: “No precisamente, Ta Chintu. Mi amigo fue a Comitancillo, a una pequeña celebración”.

Ta Jacinto no dijo más y siguió su andar. Mientras visitaba a conocidos y amigos volvió a encontrarse al muchacho aquél: “Pero hombre, ¿sigues cargando redes de elote? ¡Sí que eres fuerte!, y tu amigo bastante afortunado por tener quien lo ayude con tanto esmero. Imagino que el compromiso que lo obligó a ir a Comitancillo es de suma importancia. Tal vez un bautizo del que fue padrino, quizás la boda de un familiar directo…” Y el muchacho, más avergonzado que la primera ocasión, dijo: “Nada de eso. Recibió invitación de otro amigo para una fiesta al que éste a su vez fue invitado. Pero bueno, Ta Jacinto, no quiero que piense usted mal; así sucede con los allegados; por lo que debemos ayudarnos en la medida de lo posible, en las buena y en las malas, ¿qué no?”.

Entonces Ta Chintu Lexu, con un poco de compasión hacia el muchacho, le habló por última vez: “Para hacer el bien o hacer el mal hay que tener juicio. De otra manera no sabrás si ayudas o perjudicas. Cuídate de no estar haciendo a tu amigo un gran daño volviéndolo flojo e irresponsable, porque esa clase de gente no es aceptada en ninguna parte. La solidaridad con tu amigo te obliga a apoyarlo en lo que éste, por causa justificada, no pueda realizar o requiera de ayuda. Pero si haces por él lo que está obligado a hacer y está en sus manos poder efectuar, no serás su amigo sino un tonto”.