Na Francisca Santiago Pineda, Na Chica Flavio



Decir Binnigoola en la Nación Zapoteca (cada región según sus variantes que enriquecen nuestro lenguaje milenario) es pronunciar, de otra manera, la palabra Respeto. Los ancianos son para los zaes un tesoro amado, del que se aprende y al que se quiere y admira. 

Retratos de Nuestra Historia, proyecto del Comité Melendre, comparte una bella fotografía de Na Francisca Santiago Pineda, también conocida como Na Chica Flavio

La fiesta de Chihuitán

Gubidxa Guerrero Luis

Santo Domingo Chihuitán es un pintoresco pueblo zapoteca. Ubicado en la planicie costera del Istmo de Tehuantepec, celebra una de las fiestas más concurridas de la región: el Cuarto Viernes de Cuaresma.
     
Desafortunadamente esta festividad ha perdido algo de esplendor, porque muchos van olvidándose de la tradición de visitar Bixhahui, como se conoce en idioma zapoteco a esta comunidad hermana. 
     
Para saber la importancia que antaño tenía esta celebración basta conocer dos textos: el primero de ellos es un documento con más de un siglo y medio de antigüedad, firmado por José María Muñoz en un período histórico turbulento, pues José Gregorio Meléndez se hallaba alzado en armas. El segundo es un texto literario recopilado por el miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, Víctor de la Cruz, e ilustrado por el pintor de fama mundial Francisco Toledo.

La Diosa de las Nutrias

Ilustración: Gregorio Guerrero
Gubidxa Guerrero

Cuando los zapotecas llegaron a la planicie costera del Istmo de Tehuantepec hallaron dos ríos caudalosos. Uno de ellos es el famoso Río Grande, que pasa entre dos altos cerros: el de Las Pilas y el de Guiengola. Sus aguas alimentaron durante varias lunas a los valientes guerreros que combatieron contra los mexicas por defender el reino zapoteca. Este río, también conocido como Guiigu’ ro’ Guizii, pasa cerca de Mixtequilla, pueblo fresco donde se sembraba cacao, que alguna vez fue propiedad de los últimos reyes binnizá. Finalmente, atraviesa apaciblemente la ciudad de Tehuantepec, para transitar al lado de la Villa de San Blas Atempa.

El otro gran afluente es el Río de las Nutrias, o Guiigu’ Bi’cunisa, que baja desde las montañas atravesando pueblos a lo largo de su cauce. Justo al llegar a la planicie, pasa por Laollaga, Chihuitán, Ixtepec, Ixtaltepec, El Espinal, Juchitán y Xadani. Por ignorancia del idioma zapoteco, este río hermoso fue conocido como Río de los Perros; porque en lengua de las nubes 'Nutria' se dice Bi’cunisa (literalmente 'Perro de agua'). Y así los fuereños pensaban que en sus aguas retozaban los canes. 
   

Monstruo acuático

Ilustración de Javier Martínez Pedro
Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el domingo 24/Nov/2013]

Paciente espera debajo de la húmeda tierra del Río de las Nutrias. Es un ser fantástico que aprendió a sobrevivir en el mundo y a disfrutar de sus temporales lluviosos. Las inundaciones que tanto daño causan, son los acontecimientos más alegres para él. 

¿Cómo se llama? Todos lo ignoran. Pero se sabe, en cambio, de sus hábitos, además de su forma física. Este animal ―o lo que fuere― al que llamaremos únicamente ‘mostruo acuático’, es alargado. Dicen que tiene escamas, cual simple mojarra. Otros, en cambio, le vieron gruesa piel, como los lagartos que antes habitaban en el Estero de Piedra, que está yéndose a Unión Hidalgo. Posee uno o dos pares de extremidades, mismas que terminan en filosas garras con las que se sujeta a las ramas de sauce para ganar impulso.

¿Por qué disfruta de las temporadas de huracanes? Porque alguna vez fue humano y caminó por las calles polvosas de Juchitán de las flores. Tal vez haya sido un nahual ―bidxaa le dicen mis paisanos en la hermosa y melodiosa lengua zapoteca― que se quedó atrapado en su forma animal, porque otro metamorfoseado lo encantó mediante hechizo para que jamás recuperara su humanidad. 

El caso es que recordando sus años gloriosos aprovecha la crecida de las aguas para adentrarse por las calles hoy pavimentadas de la ciudad. Mientras la gente huye presurosa a los albergues o se sube a los techos de las viviendas para librarse del río que lo envuelve todo, este animal portentoso se mueve sigilosamente por delante de las altas banquetas inundadas. 

Fotografía tomada en el Río Igú', Juchitán, Nación Zapoteca
Los jóvenes osados que, con el peligroso río crecido, cruzan las avenidas, sienten algunas veces su textura. Se paralizan instantáneamente sabiendo que sus pies tocaron un ‘no sé qué’; y entonces nadan frenéticamente para evitar topárselo de nuevo.

Entre las vivencias de uno de los seres más extraordinarios que habita nuestra región, se encuentran los días felices en que el río ha ido más allá de las partes bajas cubriendo toda la ciudad y los pueblos circunvecinos. Es cuando se sabe dueño de todo, y aprovecha cada instante para visitar los antiguos pueblos que recorriera antes; y sus calles, y sus casas y todo cuanto le recuerde su antigua existencia. 

Por eso dicen los viejos que no todo es malo; que no hay mal que por bien no venga. Así lo constata nuestro monstruo, que se siente más vivo que nunca precisamente en los días aciagos.  

El campesino y su carreta


Gubidxa Guerrero Luis

Los niños tienen la rara cualidad de ver el mundo maravillosamente. Lo que a ojos de un adulto es una simple puesta de sol, para un niño puede ser una conflagración de estrellas o el repentino cierre de un portal a otra dimensión.
Cuando era pequeño, Máximo Jiménez solía esperar frente a su casa el recorrido de las carretas de los campesinos que regresaban al pueblo. Como vivía en la zona sur, justo por donde los labradores se adentran a los inmensos terrenos comunales, Máximo podía darse el gusto de oír chillar las ruedas forradas con hierro jaladas por grandes toros cebú. Entonces se acercaba presurosamente a ellas para brincar sobre las tablas de la parte posterior.

Relato de una niña que quiso ser caracol

Ilustración: Gregorio Guerrero
Gubidxa Guerrero

San Mateo del Mar es tierra de pescadores; de hombres de viento y arena; de barcas. Ningún pueblo istmeño está más cercano a la inmensidad del océano. Por sus calles se respira la espuma marina. A un costado sus aguas son quietas, y al otro, feroces. Las personas de ahí se hacen llamar ikoots, aunque son más conocidos como huaves. No se sabe exactamente de dónde vinieron, pero llegaron de muy lejos hace muchísimo tiempo; tanto, que ni ellos se acuerdan. Alguna vez fueron dueños de toda la planicie costera. Hasta el pueblo de Jalapa llegaban sus dominios; pero así como ellos conquistaron estas tierras, fueron sometidos y arrinconados, a su vez, hasta donde se encuentran ahora. De ahí era la niña que quiso ser caracol. 

Minio

Gubidxa Guerrero Luis

Dicen que Herminio Pineda fue muy guapo. Las señoras que lo conocieron durante la niñez, lo cuentan. Pequeño de cabello brilloso con una sonrisa en los labios que agradaba a cuanta señorita se acercara. 

Muchas veces le hicieron ojo, por lo que Minio pasó parte de su infancia entre las curanderas del pueblo, recibiendo sendos baños de aguardiente y rameadas de albahaca. 

A pesar de su belleza inusual era tímido; rehuía de la gente. Por eso a la edad en que los muchachos van al parque a buscar sonrisas escondidas entre las guapas señoritas, Minio caminaba por la orilla del río tirando piedras al agua. Le gustaba mirar cómo rebotaban una, dos o hasta tres veces.

La vergüenza de no hablar zapoteco

Fotografía.- Alejandro Sibaja.
Por Gubidxa Guerrero Luis

Hace poco presencié una escena curiosa. Un señor con aires de intelectual reprendía severamente a una joven por no saber hablar el idioma zapoteco. De forma un tanto grosera, el sujeto decía más o menos esto: “¡Cómo es posible que no hables didxazá! ¿No sabes acaso que la lengua es un pilar de nuestra cultura e identidad? ¿Desconoces que el zapoteco es hermoso y de igual valor que el castellano o el inglés?”. La joven no sabía qué decir, y trataba de ocultar su vergüenza respondiendo tímidamente: “Es que mis padres no me enseñaron”.
   
Este ejemplo representa a la perfección la paradoja de la Nación Zapoteca: una generación adulta, orgullosa del idioma heredado de sus ancestros, que no lo transmite; y una generación joven, orgullosa de la identidad binnizá, avergonzada por no saber hablar su lengua.   

La Guerra de Guiengola

Basamento piramidal Poniente. Plaza Central de Guiengola

Gubidxa Guerrero

Dani Guiengoola ―Quiengola para otras variantes dialectales―, es una montaña situada a pocos kilómetros al noroeste de Santo Domingo Tehuantepec. A más de 400 metros de altura se levanta la ciudadela zapoteca que fue centro ceremonial y político de los últimos soberanos binnigula'sa'.

Guiengola es una bisagra entre la Sierra Zapoteca Istmeña y la Planicie Costera del Istmo. De hecho, desde lo alto de su basamento piramidal poniente se mira el Cerro de las Flores, en cuyas faldas se encuentra Santiago Lachiguiri ('Llano de Ocote', 'Llanura de Antorcha'). Pero también se divisa el territorio de Juchitán, las lagunas Superior e Inferior y el 'Cerro de la Piedra del Jaguar', Dani Guiebeedxe', que se reparten San Blas Atempa y Tehuantepec, herederas de la vieja capital prehispánica zapoteca.

Noche Buena. Los pastores



Por Gubidxa Guerrero Luis

24 de diciembre. Día en que los cristianos en el mundo (sean católicos o no) celebran, por la noche, la llegada del Mesías. En todo el orbe se realizan pequeñas ceremonias que rememoran las jornadas en que una humilde pareja pasó apuros buscando dónde establecerse. 

El Evangelio según San Lucas dice lo siguiente: “Por aquellos días salió un decreto del Emperador Augusto, por el que se debía proceder a un censo en todo el imperio. Este fue el primer censo, siendo Quirino gobernador de Siria. Todos, pues, empezaron a moverse para ser registrados cada uno en su ciudad natal. José también, que estaba en Galilea, en la ciudad de Nazaret, subió a Judea, a la ciudad de David, llamada Belén, porque era descendiente de David; allí se inscribió con María, su esposa, que estaba embarazada. Mientras estaban en Belén, llegó para María el momento del parto y dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, pues no había lugar para ellos en la sala principal de la casa”.