Del buen gobierno. Historias de Ta Jacinto Lexu VII

Mujeres de Quialana
Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el domingo 22/Dic/2013]

Anteriormente se daba un intercambio comercial muy grande entre el Istmo de Tehuantepec, la Sierra Zapoteca y los Valles Centrales. Vendedores iban y venían; de aquí surtíamos de pescado y sal a aquellas regiones, de donde nos llegaba café y otros bienes. Cuentan que Ta Jacinto Lexu se dedicó un tiempo al comercio. En varias mulas llevaba y traía los productos que mercaba.

Una de las poblaciones que más frecuentaba es San Bartolo Quialana. Si la memoria no me falla, dicha comunidad se encuentra cerca de otro pueblo binnizá llamado Tlacocula.

Ahí estaba Ta Chintu Lexu, ofreciendo sus bultos de pescado seco. Él, como todos los comerciantes de aquella época, tenía amigos y compadres en los pueblos que visitaba. Sucedió entonces un acontecimiento poco común: los habitantes del lugar organizaban pequeñas reunioncitas aquí y allá, entre la Iglesia y la Plaza. Ante el inusual movimiento, Ta Jacinto Orozco se dirigió a su compadre Mariano Martínez, oriundo del lugar, para preguntar por lo que acontecía:

“Sucede que algunas personas están proponiendo cambiar nuestra forma de gobierno ―dijo el señor Mariano―, y mucha gente se está entusiasmando. Como tenemos muy cerca la ciudad de Oaxaca y algunos paisanos ven cómo se administran allá, pues consideran mejor imitarlos”.

“Y allá, ¿cómo se gobiernan?”, preguntó Ta Jacinto; a lo que su interlocutor respondió: “Pues mediante partidos políticos. Allá cualquier persona puede aspirar a ser ‘cabeza del pueblo’; además, los que sirven al pueblo reciben una compensación económica. No que aquí, aparte de que no recibimos salario, hasta se termina gastando del patrimonio propio; bien lo sabemos quienes alguna vez hemos llegado a gobernar. Acá se debe recorrer muchos años de servicio para poder ocupar un cargo importante o para poder ser elegido alcalde”.

“¿Y eso por qué está mal?”, preguntó Ta Chintu. “No es que sea malo, es que ya algunos pueblos vecinos están cambiando su forma y no debemos quedarnos atrás”, expresó su compadre. “Es decir que si en los demás pueblos sus dirigente los saquean y mal administran, ¿ustedes querrán hacer lo mismo?”, inquirió nuevamente. “No, ¡qué va! Es sólo que ciertas personas en Quialana piensan que tal vez sería bueno adaptarnos a los nuevos tiempos”.

Entonces Ta Jacinto Lexu pensó un rato lo que iba a decir a su compadre Mariano Martínez, y soltó lo siguiente: “Hermano, he recorrido muchos lugares; he visto ciudades grandes pero mal administradas, donde sus habitantes se quejan de quienes deberían gobernarla bien, llamándoles ‘ladrones’. En cambio he conocido pueblos chicos donde son los gobernantes quienes se quejan del trabajo extenuante y del sacrifico que hacen por la comunidad. 

Debería resultarnos sospechoso que en ciertos lugares las personas tengan avidez por estar en el gobierno; ya que quizás se deba al beneficio personal que desde sus posiciones puedan obtener. En cambio, es bueno saber que en otras partes la gente más trabajadora dirige al pueblo; porque un buen sistema es aquel en donde se quejan más los gobernantes de lo que se queja el pueblo. Lo ideal es que nadie se lamente y todos participen. Y aquí en Quialana todos se ayudan, pues mediante el trabajo solidario y responsable no sólo realizan ustedes las festividades tradicionales, sino la administración del pueblo. Son otros los que tal vez deberían aprender de ustedes…”

Esto dijo Ta Jacinto Lexu en aquel pueblo zapoteca del Valle. Finalmente no cambió el sistema por el que se regían, pero el intento sirvió como oportunidad para que nuestro personaje compartiera su opinión con un compadre suyo.