¿Qué es el sueño autonomista?

José F. Gómez
Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el sábado 26/Oct/2013]

A lo largo de muchos meses hemos venido relatando en este espacio la historia de los diferentes movimientos armados en el Istmo de Tehuantepec, desde la primera mitad del siglo diecinueve hasta el siglo veinte.

Una constante de estas rebeliones ha sido el deseo expreso, o vedado, de proclamar un nuevo Estado de la República Mexicana o, en su defecto, un Territorio Federal que tenga por núcleo a los pueblos zapotecas. Tanto José Gregorio Meléndez (Che Gorio Melendre), como Máximo Ramón Ortiz, José F. Gómez (Che Gómez), Adolfo C. Gurrión, Crisóforo Rivera Cabrera, Heliodoro Charis Castro o Facundo Génico lo manifestaron de manera abierta. Sin embargo, otros lo buscaron de forma menos evidente, tal como menciona el cronista zapoteca Gilberto Orozco:
“Lo que lograra Don José Gregorio Meléndez, la consagración del Istmo en Territorio Federal, pronto fue ahogado en una copa de cicuta. Más tarde, Albino Jiménez en 1870, Ignacio Nicolás en 1882, el licenciado José F. Gómez en 1911 y su hijo de igual nombre en 1924, sin éxito, fueron cayendo muertos uno tras otro por el mismo ideal progresista, por un Istmo mejor. Aunque empuñaron las armas con motivos aparentemente distintos, todos buscaban la proclamación del Istmo en Territorio Federal”.
Pero, ¿qué hay detrás de ese antiguo anhelo expresado por nuestros antiguos héroes, y recientemente por el Comité Melendre? ¿Es, acaso, un simple deseo de estar ‘aparte’? ¿Es una reacción natural ante los agravios de los gobiernos centrales? Algo hay de ello, pero también hay algo más…

Es indudable que los zapotecas tenemos un sentimiento de pertenencia, que hace que marquemos nuestra diferencia con respecto a otros pueblos. De hecho cada grupo étnico lo posee, como por ejemplo los huaves o okoots, quienes se sienten a sí mismos particulares. Por tanto, es natural que entre los de una misma lengua y cultura busquen congregarse.

Los binnizá no tenemos una entidad política supralocal que unifique nuestros esfuerzos. Existen los municipios zapotecas, pero no un Estado zapoteca. Desde la desaparición de los reinos o señoríos de Zaachila y de Tehuantepec no hemos vuelto a estar unidos en una entidad mayor netamente nuestra. De alguna manera, los Departamentos en el siglo diecinueve cumplieron tal papel, pero no era lo mismo.

Detrás del deseo independentista de Meléndez y Ortiz, estaba el anhelo de velar por nuestros propios intereses. Ellos vieron en una Entidad Federativa la oportunidad de aprovechar nuestros recursos naturales, de crear nuestras propias instituciones, instaurar nuestras leyes; en fin: un autogobierno.

¿Hoy qué sentido tendría hacer un Estado Zapoteca? Sencillo: según la Constitución de México, un Estado de la República tiene inmensas facultades, pues controla educación, salud, congreso local… Siendo un Estado podríamos echar a andar las políticas públicas harto necesarias para recuperar totalmente nuestro idioma, para modificar el modelo educativo obsoleto (donde las materias de Historia y Cultura zapotecas serían obligatorias), reorganizar el sistema político-administrativo, conservar nuestros recursos naturales, impulsar la productividad; adecuaríamos el sistema de justicia a las necesidades actuales, etc. Detrás de tan extraordinaria idea, hay, pues, una serie de razones de peso. 

Pero tampoco podemos afirmar que un Estado sería garantía suficiente para superar nuestros males; ya que es innegable de que correríamos el riesgo de reproducir en la nueva Entidad los males de las demás y del país entero. Pero ―he ahí la apuesta― también podríamos evitarlos, estableciendo un nuevo modelo funcional y eficiente, lo que dependerá de las personas que realicen la misión.
Si los individuos que trabajan para crear una Patria Zapoteca se muestran dignos y a la altura de su responsabilidad histórica, nada será imposible, y el viejo sueño autonomista volverá a tener sentido e importancia.

Pero antes que todo intento, debe consolidarse un núcleo duro, congruente e íntegro. Guidxizá (el Estado Zapoteca), no nacerá de una vez y en su totalidad, sino que tendrá que ir ganando bastiones que consoliden la idea y hagan posible su realización. Sólo después podrá venir la proclamación…
¿Es factible crear un Estado Libre y Soberano? Si nuestros ancestros binnigula’sa’ (zapotecas antiguos) pudieron construir una ciudad como Dani Beedxe’ (Monte Albán) en lo alto de una montaña hace dos mil años, nuestra generación tiene amplias posibilidades de cumplir el sueño de Meléndez. Ya veremos con el tiempo…