Acerca de los blaseños. Historias de Ta Jacinto Lexu V

Abuelos blaseño y nietos.
Foto.- Victoria Guzmán Cabrera
Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el domingo 10/Nov/2013]

Famosas eran las fiestas que antaño se celebraban en Tehuantepec. Cada primero de enero, habitantes de innumerables pueblos acudían a la que alguna vez fue sede del reino del mismo nombre. Dicha costumbre ha ido perdiéndose con el paso de los años, así como la de ir a otros lugares, como la fiesta de Chihuitán, Tlacotepec o Ixhuatán.

Ta Jacinto Orozco, que jamás dejaba de cumplir con sus obligaciones comunitarias, iba a todas estas celebraciones. Ninguna se perdía, pues en todos lados tenía compadres y amigos. Y recibía el año nuevo en Guizii, tal como aprendió de sus mayores.  

Después de terminada la fiesta, Ta Chintu Lexu iba de visita con unos tíos suyos al pueblo de San Blas Atempa, que se había independizado hacía algún tiempo de la metrópoli tehuana. De todas las comunidades zapotecas era la que más le gustaba. 

Cuando le preguntaban por qué amaba tanto a San Blas, solía decir: “No hay población que haya resistido más la embestida física y cultural contra nuestra estirpe. Son gente valiente, pero sencilla; personas trabajadoras, pero humiles; mujeres decididas, pero alegres. Los blaseños son la encarnación de la lealtad; además de que han sabido conservar, como ningún otro pueblo, la lengua nuestra y el modo de vida antiguo”.

Mucha gente critica la forma de ser de los blaseños, llamándolos toscos. Pero Ta Jacinto Lexu decía que es la única manera de prepararse para resistir los embates de la desventura. “Un luchador de porrazo está siempre al acecho y con las caídas constantes endurece el cuerpo. Un montador de toros no es delicado. Si queremos que nuestros hijos resistan el frío, el hambre, la sed, y el trabajo duro, debemos acostumbrarlos a las inclemencias del ambiente, racionarles la comida y cansarlos trabajando. Si queremos que los ciudadanos sean valientes y decididos, debemos ejercitarlos en ello; cosa que solo se consigue promoviendo la sobriedad y el trato rudo”.

Pero Ta Jacinto comprobó en sus visitas a San Blas que había más que eso: “No todo debe ser fiereza”, decía el hombre, “pues tal como se prepara a un niño para que sea resistente a la adversidad, se le debe enseñar a ser modesto y solidario con sus hermanos. Obligación de todo blaseño es ayudar a un paisano suyo o a un zapoteca en apuros. Donde un blaseño se encuentre, siempre tendrá la mano extendida para un hermano, porque todos los binnizá somos familia”. Así como muchos blaseños son hoy, eran antaño casi todos los habitantes de los demás pueblos.  

A Ta Chintu le preguntaron una vez si la justicia se aprende, la valentía o el amor por la tierra, a lo que respondió: “Lo que con palabras se enseña, muchas veces se olvida. Pero lo que se cultiva a fuerza de práctica, se queda grabado en el corazón y nunca se pierde”.