Artículo: El oro istmeño y su saqueo descarado


Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario el sábado 20/Abr/2013] 

La región del Istmo se ha caracterizado por la bravura de sus hombres, la festividad de sus habitantes y la belleza inigualable de sus mujeres. Éstas, son mundialmente famosas por el traje bordado de flores y por sus adornos de oro. 
     ¿Quién no se sorprende al ver los collares engarzados con monedas doradas? ¿O los brazaletes? ¿Anillos, aretes? Todo elaborado con este precioso metal. 
     Si bien los adornos originales cada vez se usan menos, la gente guarda en sus baúles o roperos estas finísimas piezas de orfebrería. No hay familia zapoteca o istmeña que no tenga algunas prendas de oro para una ocasión especial o para afrontar alguna necesidad económica.
     El oro es tanto un adorno característico de las mujeres en nuestra región, como una manera usual de ahorro. Y aquí viene la parte delicada: denunciar el saqueo descarado que muchas casas de empeño están haciendo con el oro istmeño.
     Desde hace muchísimo tiempo las abuelas encontraron en el oro el mejor medio de ahorro. No se devalúa, ocupa poco espacio, no se corroe, se puede utilizar como adorno, etc. Por ello, en nuestra región, hay tanto de este metal. Sin embargo, en años recientes el oro ha subido de precio estrepitosamente, lo que ha despertado la codicia de muchos comerciantes voraces. 
     Las casas de empeño proliferaron en la región hace poco tiempo, con “ofertas” tentadoras y con trámites ágiles. Las paisanas, que anteriormente se endrogaban cuando una necesidad apremiaba (la educación de los hijos, salud, o un apuro que lo ameritara), comenzaron a recurrir a estas casas de empeño para salir de los aprietos cotidianos. Muchas mujeres empezaron a visitar estos centros de empeño para obtener el dinero para la pachanga, para el regalo, o para cumplir un compromiso social intrascendente. Otras personas, incluso, para solventar “gustos” innecesarios, como ir al cine o salir de vacaciones. Era muy sencillo.
     El problema se presentó cuando la gente comenzó a perder sus antiguas prendas por la ola de “robos” a estas casas de empeño. Personas que habían heredado sus bienes de generación en generación, repentinamente se quedaron sin nada. Física y legalmente.
     Las sospechas aumentan. Mientras algunos dicen que estos robos son como cualquier otro, hay quienes afirmas que forman parte de un plan mayúsculo, encaminado a saquear sistemáticamente las joyas de las mujeres de nuestros pueblos y ciudades. 
     Lo que sea que esté pasando, el hecho es que cada vez hay más de estas casas, y cada vez menos prendas de oro entre nuestros parientes. Y poco a poco van desapareciendo las colecciones riquísimas de collares, pulseras, y prendas finas. 
     Al parecer, las casas de empeño se terminarán de marchar cuando las paisanas no tengan nada más qué empeñar. Los “robos” convenientemente suscitados se seguirán dando, y otros locales de este tipo seguirán cerrando sus puertas repentinamente, justo cuando estén llenos de joyería istmeña.
     Hagamos conciencia. Valoremos el patrimonio que con tanto esfuerzo acumularon nuestros padres.