La debilidad del gobierno


Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el martes 11/Nov/2014]

Nunca antes el gobierno que encabeza Enrique Peña Nieto se había mostrado tan errático. Jamás las instituciones se habían visto tan impotentes ante actos de vandalismo abiertos y directos.

El Ejecutivo no sabe cómo reaccionar, sencillamente porque ni en sus peores previsiones se esperó una tragedia como la que ocurrió en el Estado de Guerrero.

Algunos grupos, de los mal llamados "de izquierda", buscaban desde hace mucho tiempo algún muerto. La victimización siempre ha resultado redituable a quienes enarbolan la sangre de otros, sin resolver las causas que lo originaron: pobreza, injusticia, desigualdad...

Como por arte de magia, un crimen que se cometió en un municipio perredista y en un Estado gobernado por un régimen igualmente perredista, se atribuye al gobierno de Enrique Peña Nieto. A eso ha conducido la politización de la tragedia cometida a manos del crimen organizado.

Pero mucha culpa tiene también el actual gobierno, porque quiso “administrar” la matanza y desaparición, dejando solo al gobierno guerrerense, en un ánimo, quizás, de que la opinión pública “solita” se diera cuenta de la estulticia de quienes allí gobiernan. 

Las cosas se salieron de control y quienes siempre ganan a río revuelto ―los violentos― andan sueltos haciendo su voluntad.

El mensaje que dan las instituciones mexicanas al mundo es terrible: ineptitud, permisividad, falta de estado de derecho, inestabilidad. Porque para evitar lo “políticamente incorrecto”, al gobierno se le está yendo la misma gobernabilidad de entre las manos. 

Ya no hay topes a la violencia. El Presidente se encuentra aturdido, y este momento de debilidad lo están aprovechando los oportunistas que aparecen cada que hay una genuina protesta, para provocar una reacción. 

Quizás por eso Enrique Peña Nieto haya decidido viajar a China. Tal vez pensó que miles de kilómetros de distancia servirían para apaciguar los ánimos.

Lo cierto es que las crisis se enfrentan con firmeza, dando la cara y pidiendo disculpas cuando se deba, y actuando con determinación cuando así tenga que ser. No es posible que un crimen paralice la vida institucional. 

Ojalá esta situación sirva para recomponer algunas cosas. Ojalá, por lo menos, los partidos políticos aprendan su lección y dejen de postular delincuentes. Ojalá que la sociedad deje de votar por abanderados de cuestionable honorabilidad. Es lo menos que se requiere.