Opinión: Más allá de la afectación ambiental…



Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el lunes 18/Feb/2013]

Nuevamente tenemos que tratar el tema de los aerogeneradores, toda vez que ayer domingo se realizó la Caravana en Defensa del Territorio en el Istmo de Tehuantepec, que partió de la ciudad de Juchitán, pasó por Xadani y arribó a Álvaro Obregón (agencia municipal de la primera). Dicha manifestación de repudio contra la presencia de Mareña Renovables en la región, fue seguida de cerca por varios medios nacionales y extranjeros.
     Hubo cientos de asistentes que llegaron de todo el país, así como de diferentes poblaciones huaves y zapotecas. Esta manifestación fue una actividad más destinada a visibilizar la situación en el Istmo.
     Es curioso, pero el foco del conflicto se trasladó de San Dionisio del Mar (poblado huave o ikoots) a Álvaro Obregón (comunidad zapoteca o binnizá), por una sencilla razón: la pequeña península, el brazo de mar donde pretende construirse la mayor porción del parque eólico de Mareña Renovables, se conecta con terrenos de esta agencia municipal de Juchitán, cuyos habitantes se dedican, en una porción importante, a la pesca.
     Debemos mencionar que Álvaro Obregón surgió durante la postrevolución mexicana por iniciativa del General Heliodoro Charis Castro, quien adquirió junto con sus soldados, buena parte de los terrenos de antiguas haciendas. Puesto que en la tropa charista había gente de Xadani, así como de otras comunidades istmeñas, al núcleo principal de juchitecos se sumaron otros paisanos que hoy conforman esta agencia municipal.
     ¿Por qué si los aerogeneradores no se levantarán en sus terrenos, los habitantes de Guixhiro’ (como también se conoce al pueblo) se oponen al proyecto eólico de Mareña? Porque, afirman ellos, afectará su modo esencial de vida: la pesca. 
     Al principio se difundió la versión ―falsa a todas luces― de que las torres generadoras de electricidad se construirían dentro del mar, lo que provocaría la extinción de la vida marina en las lagunas Superior e Inferior. Después, cuando se supo a ciencia cierta que los aerogeneradores estarían en la llamada Barra de Santa Teresa (pequeño brazo de tierra que se adentra a la laguna) se dijo que espantarían a los peces. 
     No soy experto en temas ambientales. No sé qué tanta razón haya en la versión antedicha. Sin embargo, considero que, independientemente de que el parque eólico ocasione poca afectación ambiental, la discusión debe trasladarse a las condiciones de los contratos: ¿cuánto ganarán los pueblos por rentar sus tierras por treinta años? ¿Cuánto tocará a la empresa transnacional? 
     Detrás de todo acuerdo o contrato ―más todavía, cuando involucra a pueblos originarios― debe existir información clara, veraz y completa. Aprovecharse del desconocimiento de muchos comuneros, pescadores y ejidatarios, es abusar de la buena fe de las poblaciones. Resulta además contraproducente, pues tarde o temprano la verdad se revela. 
     Hoy en día algunos arrendatarios particulares de Juchitán, Ixtaltepec, La Ventosa, La Venta o Unión Hidalgo comienzan a preguntarse si no les habrán tomado el pelo. ¿Cuántos centavos les está correspondiendo por cada peso que obtienen las empresas? 
      Más allá de que algunos terrenos estuvieran ociosos cuando fueron rentados, los propietarios ―sean pueblos o personas― no dejan de tener derechos. Tal como si mañana un individuo encontrara una mina de oro en un pantano inhóspito pero de su propiedad…
     El viento es una fuerza que debe aprovecharse. La pregunta es: ¿a beneficio de quién?