Ta Jove y Gubidxa Guerrero en Álvaro Obregón. 2004 |
Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el sábado 25/Ene/2014]
[Texto publicado en Enfoque Diario, el sábado 25/Ene/2014]
A Ta Jove, ejemplo de templanza,
memoria de los binnizá.
A Na Lugarda Charis,
con mi afecto y agradecimiento
por encaminarme a Gui’xhi ro’.
Entre las tantas historias que se cuentan del valeroso 13° Batallón comandado por el General juchiteco Heliodoro Charis Castro, no se incluye una que me relató un superviviente de la batalla de Taquijaringa, Durango: Ta Juventino Jiménez. Es tanto un episodio histórico que hasta el momento se mantenía oculto, como un relato que, a manera de anécdota, puede enriquecer el acervo que de nuestros soldados tenemos.
Ta Jove, como le decían, era un respetado anciano de Xadani que pasaba sus días en la ex Colonia Agrícola Militar Álvaro Obregón, fundada por el General Charis y los guerreros que allá en el norte combatieron. Falleció hace algunos años, pero la memoria y la capacidad analítica que a sus más de noventa años conservó este soldado zapoteca, era sorprendente. El humor y fortaleza tan característicos de la gente más antigua pervivió en él. Así, me contó la siguiente vivencia llamándola “La nueva vida”.
―¿Por qué “la nueva vida” Ta Jove?
―Porque con los huaves cada 18 de octubre nos reuníamos en esta casa para celebrar nuestra milagrosa supervivencia, pues en aquella mañana de 1935 murieron ciento veintinueve soldados de nuestro grupo y otros setenta fueron heridos. ¿Quién no diría que volvió a nacer después de ese día? Por eso “La nueva vida”.
Relata Ta Jove que su columna de quinientos hombres fue emboscada justo después de que el Capitán Anacleto Gonzáles le disparase a un conejo, lo que originó todo.
―Eran cuatro mil contra los que nos enfrentábamos. Yo veía cómo caía uno, ¡pum!, y luego otro, y otro. De pura suerte no me tocó a mí. Lo primero que hicimos fue tirarnos al suelo y escondernos.
Su posición, según me contó, no era muy favorable, ya que eran blanco de los disparos, porque los atacaban desde una posición elevada.
Ta Jove, aunque xadaneño, se encomienda a San Vicente.
―Ya no era sólo el Patrón de Juchitán, sino de nuestro Batallón. Hasta mis amigos de San Mateo del Mar gritaban su nombre. Charis en las batallas nos decía: “¡Peleen sin miedo! Aquí morimos y en Juchitán nos revive San Vicente”. Nosotros no teníamos más Dios que ese Santo. Cuando peleábamos contra los cristeros ellos siempre gritaban: “¡Viva Cristo Rey! ¡Muera el Supremo Gobierno!” Ahora que veo las cosas desde aquí, me da risa, porque contestábamos: “¡Muera Cristo Rey! ¡Viva San Vicente!” Nunca perdimos una sola batalla.
Previo al enfrentamiento, los istmeños habían recorrido en una noche, un día y media noche, lo que los arrieros hacían en tres días.
―De los cuatro mil atacantes, el Capitán Cleto González mató a cientos. Teníamos una ametralladora que no podíamos utilizar porque nos llovían las balas; un francotirador le pegaba a cuanto paisano se acercaba al arma. Entonces, el Capitán puso en la punta de una rama su sombrero y lo sacó para ver de dónde venían los disparos; fue que dimos con el francotirador. Se encargó a seis de nosotros disparar hacia él cuando volviera a tirarle al sombrero. Ahí va de nuevo, aquél saca la cabeza para apuntar con su arma y ¡pas! ¡pas!, recibe cinco balazos. Me dijo el Capitán: “Jove, cinco pegaron, tú fallaste”. Fíjate hombre, nomás yo fallé [risas].
Cuenta Ta Jove que después de eso es cuando pudieron agarrar la ametralladora, gastándose en los agresores dos cintas de cartuchos.
―Cada cinta tenía mil tiros. Imagínate cuánto muerto hubo. Casi no se desperdiciaron balas, porque estaban bien confiados y a la vista. Fue así como ganamos esa batalla que nadie nunca ha contado...