La torpeza de algunas eólicas

Gubidxa Guerrero

Dos premisas: Primera.- No todas las empresas eólicas son iguales. Como en toda área económica de un país como el nuestro, distintas compañías compiten por crear las mejores condiciones de inversión. Segunda.- No todos los opositores eólicos son idénticos. Como en la sociedad misma, hay una serie de matices que distinguen algunos grupos de otros.

Existen empresas en el sector cuyos operadores miran con desdén a los habitantes de las regiones donde invierten. Se ven a sí mismos como portadores de modernidad, y, por ese error de apreciación, se sienten con el derecho de hacer su voluntad y de imponer su opinión a los demás. Creen gozar de la autoridad que le dan los millones de los inversionistas que representan. Existen, en cambio, compañías eólicas que procuran sensibilizar a su personal acerca de los impactos sociales que un megaproyecto propicia. Saben que son forasteros que deben procurar adaptarse a las regiones donde invierten y mantener una relación respetuosa con sus habitantes.

Hay actores sociales que tienen como bandera oponerse a cualquier proyecto económico. Son, en el mejor sentido del término, mercenarios, que con la respectiva “compensación” regresan a sus cuarteles. Pero hay agrupaciones bienintencionadas que privilegian los principios y que sólo admiten acuerdos si los consideran sensatos.

Las ‘malas’ empresas sólo pueden pactar con los mercenarios, pues ambas partes anteponen el dinero a todo lo demás. De hecho, consideran que todas las personas y movimientos tienen precio, por lo que actúan con absoluta torpeza cuando se enfrentan a organizaciones idealistas. Estas empresas están condenadas a padecer conflictos de cuando en cuando, con el riesgo de desprestigiar a todo el sector.

Las ‘buenas’ empresas, o que pretenden serlo, tienen mayor margen de maniobra, porque pueden negociar con mercenarios y podrían alcanzar acuerdos justos con organizaciones bienintencionadas. El problema reside en que no suelen hacer la distinción que hemos comentado. Normalmente se lamentan de los grupos opositores porque creen que todos son iguales y que pretenden únicamente extorsionarlos. Para evitar escaladas, dicen ‘sí’ a casi todo y fortalecen, sin querer, a los grupos mercenarios que tanto dañan la legitimidad de las causas sociales.
Si a la tipología anterior agregamos un tercer sector, como lo es el gobierno, el asunto se complica, porque muchas veces los representantes gubernamentales no juegan un rol imparcial, sino que se inclinan con total descaro a una de las partes --generalmente a las empresas-- creyendo que dándoles luz verde indiscriminadamente fomentan la inversión y propician el bienestar colectivo. A la larga, esta premisa suele resultar contraproducente, porque las inversiones poco cuidadosas se vuelven una herida abierta en la sociedad.

El domingo 23 de abril, fueron desalojados decenas de ejidatarios de Santo Domingo Ingenio que mantenían bloqueado el acceso al parque eólico 5 Palmas de la empresa EDF exigiendo un bono similar al que otras empresas habían entregado a sus propios rentistas. Por cómo se vea, el hecho es totalmente reprobable, debido a que los representantes ejidales y la empresa Eolatec del Pacífico Sapi S.A de C.V. habían logrado acuerdos ante la Secretaría General de Gobierno (Segego) que se firmarían el mismo día. No existía ninguna razón para utilizar la fuerza, dado que la presencia de los ejidatarios era meramente simbólica o testimonial, y ya todos sabían que ese día tendrían que retirarse.

Nadie ha asumido la responsabilidad de los hechos. Los representantes gubernamentales dicen no haber dado la orden ni estar enterados del desalojo. La empresa no ha emitido comentarios, y resulta difícil creer que hubiesen cometido tal torpeza, ya que en lugar de encontrar una salida sencilla, cumpliendo las pocas demandas de los ejidatarios, ahora se enfrentan a una andanada de críticas desde todos los niveles. Algunos campesinos, satisfechos hasta hace poco con los parques eólicos, han declarado no querer más empresas, independientemente de los beneficios económicos que obtienen.

Es aquí donde aplicamos las premisas con las que iniciamos el artículo. Algunos, en el gobierno o en la empresa, creyeron que se enfrentaban a simples mercenarios y que con un fajo de billetes a sus líderes o la intimidación policíaca a sus miembros, destrabarían el conflicto. Lo cierto es que echaron más leña al fuego. Ahora, si pretenden salir del embrollo, no sólo tendrán que cumplir las iniciales demandas de los campesinos, sino que deberán compensar la torpeza de un desalojo innecesario y brutal. Aunque, a estas alturas, no me sorprendería que algún mal consejero los dirija a la dirección contraria.

Me gustaría finalizar esta columna con una frase que solía repetir el trovador Facundo Cabral: “Si los malos supieran qué buen negocio es ser bueno, serían buenos aunque sea por negocio”. Quizás a alguien le resulte útil.


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Texto publicado en NOTICIAS, Voz e Imagen de Oaxaca el viernes 28/Abr/2017.