Gubidxa Guerrero
Que el virus Covid-19 haya salido de un laboratorio, intencionada o accidentalmente, no podemos saberlo. Pero que la pandemia esté provocando una crisis en el sistema-mundo (como le decía Immanuel Wallerstein), resulta bastante obvio.
El planeta está abrumadoramente interconectado, en términos económicos. Hace miles de años, agrupado en grandes regiones económicas; pero a partir del "descubrimiento" de América el mundo es interdependiente a escala global.
Cada región en la antigüedad --o el mundo, desde hace cinco siglos--, ha tenido 'capitales económicas'; centros de poder desde donde se coordina el intercambio de bienes y servicios. Babilonia, Atenas, Roma, Tenochtitlan, Alejandría, Londres, Persépolis, Cádiz, Cártago, Pekín o Damasco, por citar algunos ejemplos, han fungido como metrópolis económicas en distintas épocas y/o regiones.
Normalmente, una 'capital económica' tiene su sede en una 'capital política' o 'imperial', pues es sabido que el comercio suele ir de la mano del ejército o cualquier fuerza capaz de descubrir, operar y/o proteger las rutas comerciales (el "tributo" que pagaban los pueblos dependientes o avasallados, podría considerarse parte de este intercambio comercial). No es casual, entonces, que las grandes ciudades, sedes del poder político de cada reino, señorío, imperio o Estado (según queramos llamarles) sean, a la vez, 'capitales económicas'.
Las guerras que conoce la humanidad son simples conflictos de intereses, que se saldan violentamente ante la imposibilidad de modificar el statu quo por medios pacíficos. En las guerras regionales, el poder tiende a cambiar de sede, pues el ente ganador suele establecer gravámenes al perdedor (mediante tratados de paz) que lo debilitan lo suficiente como para continuar siendo una 'capital económica'. En las guerras mundiales lo que se disputa es el control imperial del sistema económico y político a escala global.
A medida que transcurre el tiempo y se dan los avances tecnológicos se perfeccionan las máquinas de guerra. Ello provoca el aumento de pérdidas humanas durante los conflictos armados subsecuentes.
Lo que comenzó como una Gran Guerra europea en 1914 entre el Imperio Británico y el Imperio Alemán, finalizó como la Segunda Guerra Mundial en 1945, con dos ganadores indiscutibles: Estados Unidos de América (EE.UU.) y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), representados, a su vez, por sus vertientes ideológicas: liberalismo y socialismo, respectivamente (me abstengo deliberadamente de utilizar los términos 'capitalismo' y 'comunismo' para denominarlos, pues crearía confusión entre el 'concepto' de cada acepción y los usos populares).
La llamada Guerra Fría, que duró poco menos de cinco décadas, entre la URSS y EE.UU., finalizó con la victoria contundente de los norteamericanos. Con la desintegración del imperio soviético, el imperio estadounidense se convirtió en único sucesor del Imperio Británico, éste, a la vez sucesor del Imperio Español; todos, de alcance mundial, sólo que el norteamericano contando con medios más modernos a su alcance (aviones supersónicos, el ejército más moderno y mortífero del mundo, Internet, etcétera).
Tres décadas de un mundo unipolar fueron suficientes para el planeta. El joven imperio americano abusó de su poder y fue víctima de sus contradicciones.
China renació en imperio a partir de la Revolución de Mao Tsedong (que tomó el poder político después de la Segunda Guerra Mundial y la expulsión de los japoneses de territorio chino). Primeramente, bajo el amparo de la URSS; posteriormente, aliado de los estadounidenses, creció de forma abrumadora. A cambio de inclinarse a favor de los yanquis durante la Guerra Fría, China se convirtió en la "maquiladora de Estados Unidos". Después, a su cartera de clientes agregó Europa y, finalmente, pasó a ser la "maquiladora del mundo".
Por la lógica del sistema económico global no pueden existir dos imperios equivalentes en poder a escala planetaria. Gracias a la Mutua Destrucción Asegurada es casi imposible un enfrentamiento militar directo entre las superpotencias del mundo, léase guerra nuclear; por tanto, el enfrentamiento entre los dos imperios más importantes debe ser por medios poco convencionales. En lugar de lanzamientos de misiles nucleares que extinguirían a la especie humana, hay una guerra tecnológica; en vez de batallas de tanques y aviones, hay una guerra económica; en vez de panfletos volando por los aires, hay una guerra en los medios noticiosos por proyectar gobiernos preocupados por sus ciudadanos (y viceversa); en lugar de ciudades ocupadas por ejércitos enemigos, hay una guerra por ver quien vuelve primero a tener pleno empleo y asegura los mejores acuerdos comerciales.
La Tercera Guerra Mundial o la Gran Guerra del Nuevo Milenio, como prefiero llamarle, la va ganando la República Popular China, gobernada por el Partido Comunista. El "socialismo" chino está demostrando al mundo ser más eficiente, que el "liberalismo" estadounidense, para proteger a sus habitantes y garantizar el buen funcionamiento de las cosas. Por tanto, esta guerra de superpotencias, además de ser económica, es ideológica y propagandística.
¿Estados Unidos o China?, es el dilema. iPhone o Huawei; la 5G ("innovadora" y "vanguardista") desarrollada por los chinos, o la 4G ("obsoleta", tecnológicamente hablando) hecha por los occidentales. La lucha mediática se vive todos los días, con profundas implicaciones prácticas.
Baste leer las noticias para saber quién va ganando: el precio del petróleo está por los suelos, lo que favorece mucho a China, país consumidor, pero no productor de crudo (para colmo, varias petroleras estadounidenses se declararon en quiebra); la percepción que tiene el mundo es que el gobierno chino frenó apropiadamente la epidemia en su país (en el imaginario colectivo se traduce a que hay un liderazgo fuerte, responsable y humanitario), mientras que Estados Unidos se ha convertido en el foco de la pandemia (de ser un país con cero casos a finales de enero, pasó a ser el que reporta más contagiados y más decesos en el mundo).
Otra manera de medir la situación es ver su aspecto diplomático: mientras el gobierno de Donald Trump está siendo acusado de "piratería moderna" por algunos de sus aliados --por apropiarse de lotes sanitarios ya pagados por terceros países--, China está mostrando su cara amable donando y vendiendo equipo médico a varias entidades que lo necesitan urgentemente. Mientras Estados Unidos arrecia su bloqueo comercial contra Cuba, Corea del Norte, Irán, Siria y Venezuela, el gobierno chino habla de "unidad internacional" para frenar la pandemia.
México se encuentra en medio. Más allá de su buena o mala respuesta ante la crisis sanitaria, debemos preguntarnos cómo responderá el país ante la crisis económica, social y política que se avecina o a qué aliado recurrirá.
En el diferendo en las negociaciones con la OPEP+, Trump salió al rescate de López Obrador, permitiéndole que no tuviese que ordenar el recorte de 400 mil barriles de petróleo por día, de la producción de Pemex, sino únicamente 100 mil. El mismo mandatario estadounidense refirió en Twitter el hecho, diciendo que su amigo mexicano devolvería muy bien el favor. Esto lo supo el mundo.
Hace algunas horas, Andrés Manuel López Obrador, Presidente de México, comentó que espera equipo médico, tanto de Estados Unidos como de China. Quizás eso por fin le indique de qué aliado puede fiarse y a qué barco debe subirse en el naufragio económico global.
Lunes 20-IV-2020 | 11:10 hrs
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