Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el miércoles 29/Ene/2014]
"Si no puedes con el enemigo, únetele", dicen algunos. Y parece ser que el gobierno federal hizo caso a esta máxima.
Ante la imposibilidad de desarmar por la fuerza a los grupos de autodefensas y policías comunitarios del Estado de Michoacán, la administración de Enrique Peña Nieto decidió buscar una salida política que no lo deje tan mal parado, pero que representa un cambio radical de los anuncios previos.
Como se recordará, en días pasados la situación se salió de control cuando un elemento de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) mató a tiros a varios civiles que exigían no ser desmovilizados, tal como habían ordenado los jerarcas del país. El cobarde asesinato provocó un repudio generalizado a lo largo y ancho del territorio nacional, pues parecía que el Estado Mexicano se proponía combatir a los ciudadanos en armas en lugar de a los extorsionadores.
De un pretendido desarme de más de 10 mil personas con rifles de alto poder, que ‐‐se argumenta‐‐ es el único medio de defensa con que cuentan contra los Templarios, se pasó a una incorporación de cientos de milicianos a los Cuerpos de Defensa Rurales, que coadyuvarán en las tareas de vigilancia.
Lo anterior representa una victoria crucial para los grupos aglutinados en el Consejo de Autodefensa de Tierra Caliente, que no tendrán que entregar las armas que han puesto en jaque a los grupos del crimen organizado de la zona.
No obstante, surgen algunas interrogantes acerca de la viabilidad de los acuerdos entre los grupos de autodefensas y el gobierno de la República, porque uno de los compromisos es proporcionar una relación de nombres de quienes integran estos grupos, “los cuales serán validados con la formación del expediente respectivo”, controlado por la Sedena. Y uno se pregunta, ¿qué usos se podría dar a esta lista? ¿Qué tan segura estará en manos de las autoridades mexicanas a quienes en incontables ocasiones se acusó de complicidad con los Caballeros Templarios?
De cualquier manera debe reconocerse el cambio de actitud hacia los grupos de autodefensa. Es comprensible que hubiese confusión al principio, pues es un fenómeno atípico en el país y, podríamos decir, que en América Latina. Ojalá el empoderamiento de los ciudadanos en distintos municipios michoacanos siga por el buen camino, y que siga siendo el pueblo el que tenga la última palabra.