Pretextos y problemas en el mundo musulmán

Gubidxa Guerrero

Un nuevo capítulo de violencia está escribiéndose en varios países de religión islámica. Atentados suicidas, manifestaciones callejeras, tomas de embajadas y ataques contra convoyes militares extranjeros es parte del saldo. La causa aparente es la difusión de un extracto de la película ‘La inocencia de los musulmanes’ (‘Innocence of Muslims’) del productor Nakoula Basseley (quien se presentaba como Sam Bacile), grabada en Estados Unidos de América.

En entrevista que el productor dio al ‘Wall Street Journal’ mencionó que la cinta se financió con donaciones de acaudalados judíos como parte de “un esfuerzo político para hacer notar la hipocresía del islam”, religión que fundara el profeta Mahoma. Lo cierto es que hasta el Gobierno estadounidense ha reconocido el tufo provocador de la película, condenando en términos relativamente fuertes el ánimo que la motiva. Inclusive el elenco de actores ha declarado públicamente que fue engañado para realizar el filme, manipulándose en la postproducción.

Sin embargo, para mil millones de personas en el orbe ‘La inocencia de los musulmanes’ es una más de las distorsiones promovidas desde las potencias mundiales contra el islam. Pero más allá de condenas o apologías, surge la pregunta de a qué intereses obedece la filmación, pero sobre todo a quién beneficia su difusión parcial. Es evidente que existen motivos en el bando israelí para provocar no sólo a los árabes, sino a las personas de otros grupos étnicos que profesan la religión islámica (como los persas). Pero al parecer hay grupos islámicos que están utilizando a su manera el filme. ¿Con qué objeto?

Quizás en el contexto de las elecciones presidenciales norteamericanas algunos halcones pensaron que una provocación al mundo islámico garantizaría disturbios que aglutinarían a la opinión pública en torno al actual mandatario Barack Obama. Tal vez lo que se buscaba era presentar a los manifestantes musulmanes como turbas salvajes que merecen ser combatidas con bombas “inteligentes”. En este caso lo que se pretendería es preparar a la opinión pública mundial para un ataque en contra de la República Islámica de Irán o una intervención directa en Siria.

Sin embargo el efecto calculado parece haber seguido otro rumbo. Quienes orquestaron la provocación con el filme antiislámico no se imaginaron que el Embajador estadounidense en Libia, Chris Stevens, sería asesinado violentamente en la ciudad de Bengasi, ni que las protestas provendrían de países como Indonesia, que sin ser de etnia árabe, es el Estado con más personas de fe musulmana en el mundo.

El giro de los acontecimientos ha desatado una ola de solidaridad no sólo entre los islámicos sino entre buena parte de personas que profesan otra fe religiosa, por considerar el filme denigrante y ofensivo. Asimismo numerosos líderes políticos de distintas tendencias están aprovechando la efervescencia desatada para conseguir apoyos hacia sus propias causas, como es el caso de Hassan Nasrralá, líder de Hezbolá, el Partido de Dios, agrupación político-militar con fuerte presencia en Líbano.

‘La inocencia de los musulmanes’ fue un buen pretexto que orquestó un grupo perverso para atizar el fuego contra un sector invadido y expoliado por las riquezas naturales que posee. No obstante, parece que está brindándole la oportunidad a ese mismo sector de devolver el golpe con más fuerza. Es lo que sucede cuando se juega con fuego.


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Texto publicado en NOTICIAS, Voz e Imagen de Oaxaca el jueves 20/Sep/2012.