¿Por qué amo Grecia?

Gubidxa Guerrero 

Conocido es el profundo amor que siento por mis dos nacionalidades originarias: la zapoteca, que me tuvo en su vientre, que me arrulló con cantos y me heredó sus historias y tradiciones; y la nahua, que me permitió ampliar los horizontes a un mundo maravillosamente distinto.

Algunas personas saben, también, de mi pasión por el mundo helénico. Lo que no adivinan, sin embargo, son las razones detrás de esa admiración. 

Me gusta Grecia porque me recordó, desde el primer contacto con su literatura, a mis pueblos nativos. Transportarme leyendo a Esparta y Atenas, a Éfeso y Delfos, a Tebas y Corinto, me permitió imaginarlas con sumo realismo.

Cuando alguien me preguntó cómo es Grecia, respondí: "como el Istmo". Atenas se parece a Juchitán, y, sin mayor problema, se encuentran símiles para cada comunidad istmeña, del grupo étnico que fuere.
Se semejan en lo geográfico y en lo humano. Los griegos son gente alegre, festiva, valiente y sumamente inteligente, como la gente donde he crecido. 

Las leyendas e historias griegas se parecen mucho a las de nuestros pueblos. La concepción de democracia es sorprendentemente similar, por no decir que idéntica a la que se vive en varias naciones originarias de México y Centroamérica.

La Grecia clásica, hace dos mil cuatrocientos años, tuvo problemas parecidos a los que tenemos cotidianamente en nuestras regiones. Dificultades materiales y problemas filosóficos e intelectuales. 

El arte, la política, el comercio, las fiestas, los conflictos, la historia, la filosofía, las ciencias naturales, la astronomía y muchos etcéteras son áreas en las que se dan profundas semejanzas entre los griegos, los zapotecas y los nahuas.

Podría citar decenas de ejemplos que me permitieron concluir lo antes dicho. Pero prefiero que cada quien se forje una opinión, consultando las obras referidas.


Viernes 07/Jul/2023