Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el lunes 11/Mar/2013]
Se cumplieron los cien primeros días de gobierno de Enrique Peña Nieto. Es tiempo de hacer un balance de gestión, pues si bien es verdad que durante ese lapso es difícil corregir males profundos en nuestro país, es suficiente para dejar ver las intenciones y el modo en que se dirigirá la nación.
El inquilino de Los Pinos ha dado muestras de un estilo propio. A pesar de las burlas que llueven sobre él en las redes sociales, tachándolo de ignorante e ingenuo, la realidad parece bien distinta. En apenas tres meses logró lo que no se consiguió en los dos sexenios anteriores: encarcelar a Elba Esther Gordillo, lideresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE). También consiguió que los dos principales partidos de oposición firmaran el famoso Pacto por México, así como comprometerlos a que impulsaran juntos la Reforma Educativa y otras medidas que antes parecían imposibles.
Nadie puede negar que Peña Nieto recibió un fuerte impulso de Televisa. Sin embargo, por lo que también dejan ver estos días de gobierno, el apoyo no fue gratuito. Los priístas pagaron bien la proyección mediática a su abanderado. Y lo hicieron en efectivo. Por tanto, el titular del Ejecutivo no debe nada al consorcio de Emilio Azcárraga Jean. Entonces, el segundo gran objetivo de Peña Nieto parece que es romper dos grandes monopolios mexicanos: el de las televisoras y el de las telefónicas. El conflicto añejo en el que los panistas únicamente mediaron, dando largas a ambos oponentes, parece que será resuelto salomónicamente: se afectará a los dos bandos por igual.
Si la administración recién estrenada consigue poner en su lugar a Salinas Pliego, Slim y Azcárraga, como ya lo hizo con Elba Esther; si EPN consigue devolver la gobernabilidad a este país, entonces sí podrá considerarse un transformador y no sólo un administrador más.
Pero llegado el día nos encontraremos en una disyuntiva: un Gobierno fuerte, árbitro de los intereses de diversos sectores del país, pero con tufo del viejo autoritarismo priísta.
¿Llegaron los días de “la hora que usted mande, señor Presidente”? Ya veremos.