Papa Francisco I |
[Texto publicado en Enfoque Diario, el jueves 14/Mar/2013]
Es tiempo de los pueblos. Celebro la grandeza de América Latina, que se muestra una vez más en la elección del Papa.
Ayer miércoles conocimos la identidad del nuevo Papa. El mundo se sorprendió porque por primera ocasión en casi dos mil años habrá un Sumo Pontífice no europeo.
Desde que el catolicismo se impuso en el continente americano ―hace ya más de cinco siglos― jamás uno de nuestros sacerdotes había escalado tan alto.
Latinoamérica es la región del mundo con más católicos, quienes superan los 400 millones de feligreses. Tan sólo en México hay más de ochenta millones de personas pertenecientes a esta confesión. Por tanto, era políticamente necesario que esa representatividad se reflejara en el Estado Vaticano.
El mundo, económica y moralmente hablando, está en crisis. Pero de todos los rincones del orbe, fue Sudamérica la zona que padeció menos los estragos de las recesiones. Por el contrario, gracias al buen oficio de Hugo Chávez, Lula, Evo, Correa, entre otros, vivimos un período de integración como nunca antes en nuestra historia.
Francisco I ―hasta ayer Jorge Mario Bergoglio― no tendrá el escenario sencillo. Apenas se supo de su designación, comenzaron a correr las noticias que lo asociaban a la dictadura argentina. Por lo que yo anticipo lo que vendrá: un linchamiento mediático contra él. Veremos cómo los principales medios de prensa en el mundo lo criticarán, de una y mil maneras. Los invito a que revisen quienes son los dueños de esos medios y qué hay detrás de dichos señalamientos. No creo que el amor a la verdad…
Jorge Mario Bergoglio encarna la relevancia política de América Latina. Su designación constituye en sí mismo un mensaje que debe alegrar a los católicos en el mundo, pero especialmente a quienes habitamos en este continente.
Con él también se logra conciliar la tradición centenaria por la que se designaban Papas italianos, pues de algún modo, Bergoglio lo es, ya que sus padres provienen de la península itálica.
Una nueva etapa comienza en la Iglesia. Esperemos que sea fructífera.