Hernán Cortés. |
[Texto publicado en Enfoque Diario el sábado 27/Abr/2013]
Después de miles de años de incomunicación, llegaron al continente americano personas procedentes del otro lado del océano. Tocó a los castellanos la fortuna de ser quienes “descubrieran” y conquistaran estas tierras. Y si bien ellos arribaron desde 1492 a las Antillas, fue casi 30 años después, cuando conocieron la parte continental.
Hernán Cortés pasaría a la historia como el personaje que sometería a vasallaje a casi todos los reinos del nuevo mundo; a unos por la fuerza, a otros mediante acuerdos y/o alianzas. Los grandes adversarios nuestros ―los mexicas― fueron completamente derrotados y su ciudad destruida. Cosa que Cortés consiguió mediante el apoyo decidido de muchos pueblos que no querían seguir siendo tributarios de la Triple Alianza (integrada por Tenochtitlan, Texcoco y Tlacopan)
A los reinos del sureste se les sometió casi sin combatir. Fueron realmente pocas las batallas que se pelearon por estos rumbos contra los castellanos. Antes bien, cada pueblo procuró establecer alianzas con ellos en beneficio de sus propios intereses. De este modo, el último monarca zapoteca, Cosijopi II, dio la bienvenida a uno de los hombres de más confianza de Hernán Cortés, llamado Pedro de Alvarado, a quien utilizó para derrotar, primero, al pueblo zapoteca rebelde de Jalapa y, después, al reino mixteca de Tututepec, en la costa.
La monarquía de Tehuantepec nunca fue “conquistada”. Cosijopi II, los nobles, y los ‘principales’ del reino, se percataron de que nada podía hacerse contra quienes habían ocupado la mismísima ciudad de México-Tenochtitlan, que todos consideraban inexpugnable. Entonces, más bien, negociaron y de manera voluntaria aceptaron el vasallaje al rey de España, a cambio de preservar una serie de privilegios y un trato preferencial en su relación con las autoridades españolas.
La élite gobernante quedó casi intacta, porque se bautizó y aceptó el nuevo orden de cosas. Cosijopi II, adoptó como nuevo nombre el de Juan Cortés, en honor al conquistador de México, que también estuvo en Tehuantepec. Incluso, nuestro rey cooperó en la conquista de Guatemala enviando de 400 a 2,000 guerreros como aliados de los castellanos. De este modo, zapotecas valientes pelearon al lado de los españoles en tierras centroamericanas; guerreros curtidos en la guerra de Guiengola contra los aztecas y contra reinos contrarios, lucharon para someter a pueblos de origen maya.
En menos de un año el reino binnizá, con cabecera en Tehuantepec, dejó de existir formalmente. Sin embargo las estructuras de gobierno prosiguieron. De esta manera, Cosijopi II fue reconocido como Cacique (título legal que implicaba una serie de prerrogativas a la nobleza indígena) y Gobernador. Los demás nobles también siguieron administrando sus pueblos, y la vida cotidiana, de momento, cambió poco. Sería en los años posteriores cuando las epidemias acabarían con aproximadamente el noventa por ciento de la población, no sólo zapoteca, sino de todas las etnias del continente. Pero fue de la manera narrada anteriormente, como se vivió el proceso de dominación española en el Istmo y la desaparición del reino de Tehuantepec.