Rusia en el gran tablero de ajedrez

Gubidxa Guerrero 

Nada es estático en la historia universal. Las fronteras cambian, los gobiernos caen, los sistemas políticos se modifican. Cada generación suele pensar que su tiempo es el pináculo de la humanidad.

Quienes vieron triunfar a la revolución soviética, y propagarse  --por las arengas y las armas-- al marxismo-leninismo, pensaron que una nueva era permearía todo y que el mundo estaba destinado a consistir en una gran nación, con una sola idea, una misma voluntad y sin clases sociales. 

Después de la derrota del nazismo por los rusos --quienes ocuparon la mitad oriental de Europa--, pocos dudaban de que el futuro fuera de éstos. Pocas décadas después la URSS se colapsó por sí sola. Sus repúblicas se desmembraron y lo que había sido una potencia sólo comparable a Estados Unidos, mermó su fuerza.

Entonces todos creyeron que USA sería imparable y que gobernaría, irremediablemente, el mundo. Poco tiempo bastó para que los rusos se sobrepusieran, bajo la dirigencia de Vladimir Putin

Cierto. La Federación Rusa no es la URSS; pero se le parece mucho, si no en cuestiones ideológicas, sí en términos prácticos. Es celosa de sus intereses, no está dispuesta a dar un paso atrás ni a ser ninguneada por ninguna nación vecina.

Quince años atrás los rusos no habrían tenido la oportunidad de enfrentar a Estados Unidos y sus aliados occidentales. Por eso, no tuvieron más remedio de ver cómo era desmembrada Yugoslavia y humillados los serbios.

Hace algunas semanas un movimiento antiruso surgió en Ucrania. La derecha de ese país financió a los extremistas que buscaban derrocar al oficialismo, aliado a Rusia. Estados Unidos vio con buenos ojos las protestas, pues calculó que todo debilitamiento de los aliados rusos, significaría un golpe a Putin. Finalmente la derecha ucraniana --entre quienes se encontraban grupos claramente definidos como neonazis-- triunfó y derrocó al Presidente. Éste huyó a Rusia, y occidente guardó un silencio cómplice. 

Pero Vladimir Putin reaccionó de manera contundente. Primeramente, ordenó la secesión de Crimea, provincia ucraniana de población rusoparlante, que hasta hace sesenta años pertenecía a Rusia. En cuestión de horas, admitió a Crimea a la Federación Rusa. Después, viendo cómo se desarrollaban los acontecimientos, toleró el referéndum de dos provincias del Este de Ucrania. El fin de semana anterior, las mayorías votaron por la independencia, y solicitaron la incorporación a la madre patria.

Todos están desconcertados. Principalmente los estadounidenses. A pesar de que Barack Obama desea más sanciones a los rusos, la Unión Europea sabe que tiene las manos atadas, ya que éstos proveen buena parte del combustible necesario para el funcionamiento de la economía. Toda sanción que Europa pretenda hacer a los rusos, le resultará perjudicial a sí misma. Y esto lo sabe Putin.  

En esta partida que no iniciaron los rusos, su Presidente reaccionó con prontitud y eficacia. Ha abofeteado a quienes pretendieron humillarlo. ¿Quién volverá a meterse con los ex soviéticos? Nadie. Al menos por un buen tiempo. 


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Texto publicado en Enfoque Diario el miércoles 14/May/2014.