Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el lunes 18/Nov/2013]
Para millones de personas pocas cosas son más tentadoras que las ofertas comerciales. Si a esto sumamos la relativa facilidad con que se otorgan tarjetas de crédito en el país, el resultado no es muy alentador.
Mucha gente no sabe comprar. Es decir, compra cosas innecesarias con dinero que no tiene. Se endeuda al por mayor atraído por sugestivas ofertas.
Hace algún tiempo, el gobierno y grandes empresas decidieron destinar un fin de semana al año al abaratamiento de productos. Le pusieron el ‘Buen Fin’, diseñando una hábil estrategia de mercadotecnia.
Los aguinaldos se adelantaron y las grandes tiendas departamentales se pusieron de acuerdo para rebajar los precios de un 5 hasta un 80 por ciento. Esto con el fin de incentivar a la población a acudir a los negocios a “ver qué comprar”.
Sin una cultura del ahorro ni de la planeación, millones de mexicanos han sido enviados al buró de crédito por comprar a doce o dieciocho meses sin intereses, sin conocer cómo funcionan las tarjetas de crédito.
Recientemente se divulgaron casos de publicidad y ofertas engañosas. Por ejemplo, con letreros grandes ofertaban un artículo con dos pesos de rebaja. O algo mucho peor: días antes del ‘Buen Fin’ encarecían los productos para presentar rebajas de 20 o 30 por ciento cuando el momento llegara.
Ante los casos anteriores, la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) tomó cartas en el asunto y pidió a los compradores denunciar los negocios con estas prácticas abusivas. Como recordarán, luego del bochornoso caso de la Lady Profeco, se renovó la cúpula de esta institución, misma que ha multado a grandes transnacionales como McDonald’s.
Seamos responsables de lo que compramos. Ojalá el gobierno no sólo facilite el endeudamiento de millones de personas, sino que cree los mecanismos para orientar a los consumidores.
No se trata de comprar por comprar; sino de saber decidir cómo, cuándo, dónde y qué consumir. Que el ‘Buen Fin’ no se convierta en la ‘Mala Deuda’ del año siguiente. Y que la alegría de conseguir un electrodoméstico, no se traduzca en una fila en el Monte de Piedad o en un malgasto del aguinaldo.