Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el jueves 10/Oct/2013]
El próximo lunes iniciarán las clases para más de un millón de alumnos en el Estado de Oaxaca. Con ello se cierra un episodio en el largo historial de movilizaciones del sector disidente del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
La llamada Coordinadora (CNTE) estuvo más de un mes plantada masivamente en el centro de la capital del país, exigiendo la no aprobación de la reforma en materia educativa (y sus leyes secundarias) que, como todos vimos, es de índole, más bien, laboral, pues busca quitarle peso al sindicato en el otorgamiento de plazas y asensos.
Con un regreso, más que anunciado, la gente se pregunta ¿quién ganó y quién perdió con la movilización? Evidentemente, los grandes derrotados fueron los niños que perdieron casi dos meses del ciclo escolar, todavía por iniciar. Pero la cuestión se dirige al aspecto político de este capítulo: el mano a mano entre un gremio con más de tres décadas de experiencia, y un presidente de la República recién entrado en funciones.
Las reformas se aprobaron, así como las leyes secundarias. Quien vea las cosas desde un punto de vista meramente legaloide, pudiera pensar que ganó el gobierno federal. Sin embargo, la dirigencia de la Sección 22 parece irse conforme, con varios compromisos en la bolsa, como son el otorgamiento de un millar y medio de plazas, así como más de 100 millones de pesos para las escuelas normales y gastos de otra índole. En otras palabras, los profesores disidentes no se marchan con las manos vacías.
Hay quien dice que dentro de lo que no se hizo público en las conversaciones entre la Secretaría de Gobernación, la CNTE y el gobernador de Oaxaca, Gabino Cué Monteagudo, está el compromiso verbal de que la reforma educativa no se aplicará en Oaxaca (lo que sí constituiría una seria derrota a las intentonas de Peña Nieto); pero también hay quienes afirman que “el plantón no sirvió de nada”. Generalmente estos últimos son radicales que se juegan el todo por el todo.
Desde mi particular punto de vista hubo un doble repliegue táctico. Por una parte, el magisterio decidió incorporarse a labores, para evitar un mayor desgaste ante la opinión pública y para cobrar los salarios por las quincenas no trabajadas (otro de los logros de las negociaciones); lo que no constituye una claudicación ante el aparato gubernamental. Por otro lado, el PRI-Gobierno necesitaba superar este asunto para poder enfocarse a las reformas venideras, como la hacendaria y la energética. Ellos, pues, también están agradecidos por el respiro.
Es muy pronto para anunciar a un ganador. Ni el gobierno federal ni la CNTE quedaron satisfechos, lo que augura un próximo enfrentamiento (¿tal vez el próximo año?).
Mañana, cuando tengan que verse las caras nuevamente, el Ejecutivo no tendrá que distraerse con asuntos legislativos. Podrá exigir, y lograr, la aplicación de la normatividad aprobada este año. Entonces veremos de qué cuero salen más correas.