Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario el miércoles 28/Ago/2013]
Recientemente se dio a conocer la carta de un antiguo aliado del Gobernador de Oaxaca Gabino Cué Monteagudo, en la que se ponen de manifiesto las decepciones de millones de personas que confiaron en la alternancia, luego de ochenta años de priísmo.
Viene esto a colación, porque Oaxaca está en el centro del debate nacional, debido a que provienen de nuestro Estado la mayoría de los profesores de la CNTE apostados en la capital del país. La administración oaxaqueña, además, es vista con suma desconfianza porque no supo mantener sereno su territorio.
‘El Universal’ y otros medios impresos nacionales, hace unos días referían con asombro la manera en que Gabino Cué se pliega a la voluntad de los actores sociales de la Entidad, sin acabar de complacer a ninguno. Y es que nuestro Gobernador llegó al poder de la mano de un crisol de organizaciones políticas, empresariales y sociales. Y si bien, en ello radicó, en buena medida, la clave del triunfo de quien ahora despacha en Palacio de Gobierno, hoy representan su principal lastre.
Los favores que le hayan hecho a Gabino no deberían cobrarse hundiendo la gobernabilidad de uno de los Estados más pobres de México, sino coadyuvando a la mejor atención de la problemática estatal. Tal parece que cada grupo "aliado" del Gobernador creyera que tiene un cheque en blanco para canjearse todos los meses del año. Por eso, cada uno se siente intocable y, por consiguiente, actúa con total impunidad.
Es hora de que alguien le recuerde al señor Gobernador que su verdadero apoyo lo tuvo en los cientos de miles de ciudadanos que votaron por él, y que cada día que pasa se decepcionan más de la situación.
Ojalá Cué Monteagudo recupere la cordura y tome consciencia de que su salario, así como el de todos los funcionarios del gobierno estatal, proviene del pueblo. ¡Basta ya de solapar a los mismos de siempre! Es hora de gobernar y no sólo administrar los chantajes políticos de sus amigos. Todavía estamos a tiempo. Restan tres años. Suficientes para sentar las bases sobre la que se construirá el desarrollo futuro.