Los zapotecas somos celosos de nuestra historia |
Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el sábado 14/Dic/2013]
A los zapotecas del Istmo nos fascina la historia, especialmente en lo concerniente a nuestros últimos reyes. Como de memoria suele repetirse la versión “oficial” que dice que en la ciudad de Tehuantepec reinaron consecutivamente dos monarcas: Cosijoeza, quien desposó a Coyolicatzin ―emparentada directamente con los nobles de México-Tenochtitlan―, y el hijo de ambos Cosijopi, quien gobernaba el reino a la llegada de los españoles, siendo convertido a la religión católica adquiriendo el nombre de Don Juan Cortés.
Los binnizá apasionados con los datos bibliográficos, repiten insistentemente lo que escribieron personajes como Fray Francisco de Burgoa, el presbítero José Antonio Gay o Manuel Martínez Gracida. Por ello vemos como la mayoría de ensayos, libros o artículos escritos por aficionados utilizan a los antedichos como única fuente de información.
Sin embargo, existen una serie de documentos coloniales y prehispánicos que están aportando nuevos datos para el entendimiento de la compleja dinámica previa a la colonización castellana. Dichos documentos permiten escribir novedosas “versiones” de la historia nuestra.
El nombre de un monarca no es precisamente un dato trascendental, pero si consideramos que en el Istmo de Tehuantepec muchos niños, así como algunas instituciones educativas, se llaman Cosijoeza, podrán comprender mi afán por mostrar el significado.
Ya en otra ocasión escribí un texto al que denominé “Coyolicatzin se llamaba Quetzalcóatl”, en que, basándome en un documento de primera mano (los “Autos seguidos por doña Magdalena de Zúñiga, mujer que fue de don Juan Cortés, Cacique por sí como madre tutora y curadora de don Felipe Cortés su hijo, y los demás hermanos, contra el fiscal de su Majestad sobre la posesión de los indios, y otras estancias. 1567-1572”, transcrito por Michel R. Oudijk, del Instituto de Investigaciones Filológicas de la UNAM), mostraba la “confusión” alrededor de dicho nombre.
En cuanto al término Cosijoeza el asunto es más sencillo, pues es un nombre de origen zapoteco. Sin embargo no parece existir acuerdo en cuando a su significado. Como sucede con muchos términos antiguos en nuestra lengua, se aventuran hipótesis sobre las que no ahondaremos.
Teniendo como referencia el documento antedicho (los “Autos seguidos por doña Magdalena…”) podemos tener la certeza del significado y de la pronunciación actual de Cosijoeza, ya que en dicho texto el nombre fue traducido al idioma náhuatl, lo que nos permite hacer un ejercicio comparativo.
Un fragmento que aparece en el documento de más de 400 fojas, y que es la respuesta dada por cierto testigo, que conoció personalmente a los nobles zapotecas, ante las autoridades españolas en un proceso legal, dice lo siguiente:
Foja 166 v: “que conosçio a huizquiahuitl y a queçalcoatl su muger padre e madre del d[ic]ho don Juan cortes señores que fueron de la d[ic]ha villa e provinçia”.
El ‘Huizquiahuitl’ al que se refiere el documento, es Cosijoeza. ¿Qué significado tiene dicha palabra en náhuatl? ‘Lluvia de obsidiana’. Pero el nombre es más común de lo que solemos pensar, ya que así mismo [Cosijoeza] se llamaron antes, otros nobles zapotecas. En una tumba de Zaachila, por ejemplo, se encuentra escrito el nombre en caracteres prehispánicos. Representado por dos glifos: ‘Cosijo’ (‘Dios del rayo’ para los zapotecas, ‘Tlaloc’ o ‘Dios de la lluvia’ para los nahuas), y ‘Guesa’ (‘Pedernal’). Por tanto, el significado indiscutible del nombre es ‘Rayo de pedernal’ (para la lengua zapoteca) o ‘Lluvia de obsidiana’ (para la lengua náhuatl).
¿Pero cómo se diría actualmente dicha palabra? La manera correcta de pronunciarla es Gusiguesa que significa ‘Rayo de pedernal’ (aquí cabria ejemplificar con el término ‘Ixtepec’, palabra de origen náhuatl que significa ‘Cerro de obsidiana’, y que en zapoteco se dice Danniguesa, ‘Cerro del pedernal’).
Espero que el presente artículo enriquezca el bagaje de nuestra cultura, y sea de utilidad para los curiosos y apasionados de ella. No tuve otra misión cuando me fui a estudiar etnohistoria a la ciudad de México, hace más de 10 años, que poder aportar algo para el conocimiento de la historia de la nación zapoteca.