Plantón antes del "repliegue" |
Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el martes 7/Ene/2014]
La tarde-noche del 5 de enero fue desalojado el último bastión de profesores de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en el Distrito Federal.
El plantón de protesta en el Monumento a la Revolución se encontraba semivacío cuando los granaderos llegaron para replegar a los docentes. Luego de enfrentamientos verbales y uno que otro conato de violencia, los efectivos de seguridad pública ocuparon completamente el lugar y desmantelaron el campamento del lado de las fuentes.
El operativo fue duramente criticado (aunque también aplaudido) en las redes sociales, que vieron en él otra muestra del “autoritarismo” de Miguel Ángel Mancera, Jefe de Gobierno del Distrito Federal, que “hace el trabajo sucio a Enrique Peña Nieto”, según expresaban algunos.
Lo cierto es que la presencia de la Sección 22, y otros pequeños contingentes, era solamente simbólica. No obstante, afectaba mucho la cotidianeidad de miles de defeños. Quien no sepa el trabajo que costó recuperar ciertos espacios públicos en la capital para ponerlos al servicio de la ciudadanía, no podrá entender la molestia que generaba el plantón en este emblemático lugar.
Las inmediaciones del Monumento a la Revolución fueron ocupadas por profesores de la Coordinadora después del desalojo que se efectuó en el zócalo capitalino a mediados de septiembre, con las Reformas Constitucionales y las leyes secundarias ya aprobadas. El plantón no pretendía servir para detener ninguna medida política. Era una moneda de cambio con la cual pretendíase negociar quién sabe qué (está claro que lo que no lograron las movilizaciones, la violencia ni la ocupación del corazón de la ciudad, no lo iba a conseguir un reducido campamento).
Destaca el hecho de que en esta ocasión la autoridad local haya asumido toda la responsabilidad. Si hacemos memoria, el desalojo de septiembre se endilgó a las fuerzas federales, que en lugar de llevarse las rechiflas, parecieron llevarse el “mérito” por parte de millones de personas. Esta vez fue Mancera quien giró instrucciones para desalojar el sitio, más de ciento veinte días después de ocupado.
Este aparente golpe al magisterio no es tan contundente como se piensa. Más allá de comunicados, y una que otra movilización, no provocará radicales acciones de protesta, pues su liderazgo está consciente de que la relación de fuerzas ha cambiado: no es lo mismo chantajear al tímido gobernador Gabino Cué, que querer ir a sentar sus reales a la capital del país.
Quizás, viéndolo fríamente, sea un repliegue decoroso para la CNTE, cuya dirigencia no tendrá que decir a sus agremiados que se fueron porque el plantón era inútil, sino porque el “gobierno fascista los reprimió”. Cosas de política.