José Manuel Mireles a la izquierda |
Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el viernes 10/Ene/2014]
La ciudadanía está ávida de héroes. La vida cotidiana es gris sin personajes que nos hagan imaginar las zagas en pos de justicia u honor. Bien lo saben los estadounidenses, que presentan poderosos hombres y mujeres de ficción en cada película de estreno. Pero también lo saben los gobiernos, que reconstruyen la Historia de tal manera que nos muestren figuras de bronce intachables que defienden al oprimido.
En nuestro país, el Subcomandante Marcos jugó el rol de héroe popular por más de una década, hasta que Andrés Manuel López Obrador se convirtió en la esperanza y el coco de millones de personas; hecho que le costó duras críticas por parte del sup desde la misma televisora que hoy critican los altermundistas: Televisa (busquen en YouTube la entrevista de Carlos Loret de Mola a Rafael Sebastián Guillén, más conocido como Marcos).
Quizás por la formación escolar oficial, hemos aprendido a ver a los líderes revolucionarios de la segunda década del siglo veinte como figuras emblemáticas y modelos a seguir. Eso, tal vez, ha ayudado a que miles de jóvenes anhelen enrolarse al crimen organizado, no sólo por la ganancia fácil, sino, además, por el aura de poder y fuerza física que representan. No es raro que millones de personas que no militan en las filas de los cárteles escuchen gustosos los narcocorridos que, como en épocas pasadas, relatan hechos de armas y biografías de los jefes locales.
Pero el héroe de hoy puede convertirse en el villano de mañana. Y un modesto médico puede ocupar su lugar en el imaginario colectivo. Tal parece que sucede en Michoacán, donde José Manuel Mireles, una víctima más del crimen organizado, decidió crear el movimiento de autodefensa en el municipio de Tepalcatepec, región de Tierra Caliente.
El 24 de febrero de 2013 doscientos vecinos del municipio antedicho dieron comienzo con el movimiento que terminó por expulsar al cártel de los Caballeros Templarios del lugar. Tal audacia costó sangre y muerte, pero logró lo que hasta en ese momento parecía imposible en Michoacán: enfrentar y derrotar al crimen organizado.
El 24 de febrero de 2013 doscientos vecinos del municipio antedicho dieron comienzo con el movimiento que terminó por expulsar al cártel de los Caballeros Templarios del lugar. Tal audacia costó sangre y muerte, pero logró lo que hasta en ese momento parecía imposible en Michoacán: enfrentar y derrotar al crimen organizado.
Para que la ciudadanía se armara y decidiera enfrentar a los Templarios tuvo que sufrir un sinfín de humillaciones. Sólo después de ver violadas las hijas, asesinados los parientes y secuestrados los amigos, algunos lo intentaron. ¿El resultado? Hoy las autodefensas que comanda José Manuel Mireles se encuentran en 19 municipios michoacanos.
Pero Mireles es muy claro. “No queremos a los criminales. Ni siquiera a los que tienen charola, curul, poder gubernamental”, suele afirmar enfático, reflejando en sus palabras el problema integral que como sociedad padecemos; ya que el crimen casi siempre es el reflejo de los malos gobiernos y un caduco sistema de administración de justicia.
Esta historia tiene menos de un año. Hace unos días Mireles se vio involucrado en un accidente en avioneta. Hoy se recupera en un hospital de la Ciudad de México. Es el objetivo número uno de los Templarios y una preocupación genuina de los gobiernos en sus tres niveles.