Se lo encuentra en las noches, convertido en la imagen que dibujara y que salió publicada en la nota roja del diario de mayor circulación. |
Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario el domingo 08/Sep/2013]
Despierta cada mañana entre sudores fríos y desesperación. No es que el erotismo se cuele por sus más profundos sueños. Es, más bien, un triste personaje el que no la deja en paz. Paula no halla qué hacer. Todas las noches sucede igual.
Fue en la escuela donde lo miró por vez primera. Como era natural para ella, uno de tantos muchachos se fijó más de lo debido. Paula era la típica joven popular, cuyos dichos y actitudes solían repetir las demás chicas de la Preparatoria 8. ¿Uno más? Lo tomaba hasta con cierto fastidio.
Pero Santiago era distinto. Caminaba cabizbajo por el patio de la institución. Siempre estaba solo, mientras los demás alumnos se agrupaban en pequeños círculos para pasarse la tarea, organizar una fiesta o platicar de la muchacha de su agrado. Tal vez por eso miraba de forma particular.
Y sucedió. Paula pasó frente a la figura turbia. Ella segura de sí misma; él tímido. Ella con una sonrisa radiante; él con el aspecto temeroso. Ella supo de inmediato la impresión que había causado en él. Santiago no pudo adivinar que los latidos acelerados de su corazón eran síntoma inequívoco del enamoramiento. Tampoco supo que desde aquel momento su vida se iría complicando.
Pensarla, desearla, amarla secretamente, se habían vuelto sus obsesiones. Él, que era parco en las palabras, no soltaba un bolígrafo azul con el que garabateaba pensamientos difusos. No hubo pared de la escuela donde no escribiera: “Soñar, volar, pensar en ti. Has distorsionado mi realidad, has sacudido mis respuestas. El tiempo corre como el agua entre mis pies. Y todo sigue como ayer…”
Jamás se atrevió a cruzar el umbral. Nunca estuvo a dos pasos de su amada, lo que terminó por darle el tiro de gracia. Literalmente.
Una mañana corrió el rumor de que Santiago se había volado la tapa de los sesos. Su cuerpo fue encontrado en una habitación de la modesta colonia donde vivía con sus abuelos. Junto al cadáver se hallaba un cuadro con una pequeña hoja que decía “En esto me convertí”.
Ironías del destino. Ahora Paula no deja de pensar en él. Se lo encuentra en las noches, convertido en la imagen que dibujara y que salió publicada en la nota roja del diario de mayor circulación. Ella camina presurosa mientras una figura espectral va dos pasos atrás, repitiendo como letanía: “El tiempo corre como el agua entre mis pies…”