Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario el viernes 13/Sep/2013]
Cuando Enrique Peña Nieto, Presidente de la República, quiso recuperar la rectoría del Estado en la educación, primero tuvo que encarcelar a Elba Esther Gordillo, lideresa vitalicia del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), lo que le confirió cierta autoridad moral para ir contra los "charros democráticos" de la Coordinadora.
Si el titular del Ejecutivo propusiera bajar a la mitad su salario, el de los Ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el de los legisladores de las dos cámaras, podría gozar de cierta credibilidad para poder aplicar la Reforma Hacendaria. Bien dice el dicho que: o todos coludos o todos rabones.
Desafortunadamente, no parece ser el caso. Tampoco se vislumbra la afectación de los intereses de los grandes potentados del país. Ni Carlos Slim ni Emilio Azcárraga se ven muy preocupados por la iniciativa fiscal, debido a que se les equipara a “ricos” clasemedieros, que ganan 40 mil pesos mensuales.
Todos sabemos que una persona relativamente acomodada no puede compararse con quienes aparecen en el listado de la revista Forbes. No es lo mismo ganar medio millón de pesos al año (aproximadamente 40 mil dólares), que percibir ingresos de miles de millones. Pero también es cierto que no pueden compararse los ingresos de quienes viven con menos de cien pesos diarios (tres mil pesos al mes), al de quienes obtienen más de diez veces esa cantidad.
Deben pagar más quienes más poseen. Por ello, toda recaudación de impuestos debe establecer claramente la línea que divide a las familias pobres de las acomodadas, y de éstas con respecto las multimillonarias. De otra manera se mantendrá la misma situación injusta.
También es pertinente aclarar que TODOS PAGAMOS IMPUESTOS. Ya que suele repetirse la falacia de que es muy poca la gente que aporta al fisco. Desde que una persona compra un producto gravado con el Impuesto al Valor Agregado (IVA), y no lo deduce ante la Secretaría de Hacienda, está otorgando una aportación al gobierno. Hasta la persona más humilde adquiere bienes con gravamen. Por eso es inexacto afirmar que los pobres no son contribuyentes, cuando sí lo son. Por tanto, la recaudación fiscal nos compete a todos. Y a todos asiste el mismo derecho de exigir la transparencia en los recursos públicos.