Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario el martes 20/Ago/2013]
La campaña presidencial más reciente contó con una novedosa forma de hacer política: la pura mercadotecnia. Hasta 2012 el lenguaje de los partidos se apoyaba en estrategas de la comunicación, pero el contenido lo determinaba el candidato o, en el peor de los casos, el equipo de campaña.
No fue así con Enrique Peña Nieto, quien pareció supeditar sus propuestas al marco que le dictaban las grandes televisoras, que fueron, de hecho, sus principales impulsores. Nos guste o no el método, dio resultado, pues a base de portadas de revistas, una boda de telenovela y mucho gel, se convirtió a un personaje nada sobresaliente en titular del Poder Ejecutivo. Obviamente no estoy tomando en cuenta las formas “tradicionales” de cooptar el voto, como el acarreo la entrega de dinero, vales de despensa y un largo etcétera.
Lo preocupante es que todo parece indicar que la fórmula que regresó al PRI a Los Pinos, se seguirá utilizando para promover reformas de carácter político. No habrá discusiones abiertas ni argumentadas. Habrá spots. Miles y miles de cápsulas radiofónicas y televisivas luchando porque millones de personas acepten, sin chistar, medidas de suma trascendencia.
La reforma energética es una propuesta importantísima para el futuro de México y los más de 110 millones de personas que habitamos en este país. Es natural que haya sectores favorables y contrarios; pero debe darse una discusión de fondo, entre expertos, para seguir adelante hacia cualquiera de ambos sentidos. De otra manera, se corre el riesgo de desatar a los demonios que quizá no se logren contener.
Los firmantes del Pacto por México están conscientes del riesgo de imponerse. Saben que la presencia del PRD en dicho acuerdo concede a éste una legitimidad a los ojos del mundo, que no pueden darse el lujo de despreciar. Saben, asimismo, que las divisiones en la izquierda mexicana podrían zanjarse si se presenta una bandera lo suficientemente amplia en la que quepan todas las tendencias, y la “defensa del petróleo” es una muy buena causa, electoralmente hablando.
Quienes se muestran favorables a la reforma energética del tricolor, podrían aprobar la manera en la que la cúpula gubernamental la está impulsando en los grandes medios de comunicación. Pero deben tener presente que abusar de estas herramientas resulta contraproducente, pues concede un poder absoluto al Presidente para promover cualquier otro cambio, o termina por desprestigiarse volviendo incrédulos a casi todos.
Ojalá que la reforma energética, como todos los grandes remaches en la Constitución, no se tome a la ligera. Hay muchas voces que necesitan ser escuchadas. No sólo deben contar las opiniones de Cuauhtémoc Cárdenas, Andrés Manuel López Obrador o los jilgueros gobiernistas. También merecen ser tomados en cuenta respetados académicos mexicanos y, por qué no, expertos de otras latitudes.
Debemos voltear la moneda que parece privilegiar a los comerciales. Recuperemos el sentido de la información.