"Compraré un mecate muy largo y lo lanzaré al cielo". |
Con cariño para Xu, mi niño temblor
Al mentiroso más grande de Guidxiguié’ le dio por visitar la Luna. Desde niño soñaba con pisar su suelo, pero hasta entonces tomó la determinación de realizar la empresa.
Cercano el día comunicó a sus amigos sus intenciones, ofreciéndose, además, a traerles cualquier encargo, en caso de que así lo requirieran. “¡Estás loco! ―le dijo a Moonge uno de sus conocidos―. Ir a la Luna es muy difícil. No es como ir a Xadani o a Tehuantepec. La Luna queda muy lejos. Cuentan que en ese lugar hace mucho frío. Necesitarías llevar una cobija muy grande para soportarlo y tú no tienes cobijas”. “Eso es mentira ―respondió el aventurero―. Allá no hace frío. De cualquier modo iré preparado: llevaré en el morral un manojo de chiles”. “Pero en la Luna hay una culebra muy grande que se come a los intrusos”, indicó otro. “Mentira también. No es culebra lo que vive allí, sino chapulines, y a los chapulines no les tengo miedo”. “Pero Moonge, ―agregó alguien más―, si vas a la Luna, ¿quién va a contarle historias a la gente?” “Ese no es mi problema. Ustedes también cuentan historias. Además, sólo iré por una semana”. “Bueno pues ―remató el último―, pero al menos dinos cómo diablos subirás”. “¡Fácil! ―comenzó a explicar emocionado Moonge―. Compraré un mecate muy largo y lo lanzaré al cielo. Ya que tenga bien agarrada a la Luna, comenzaré a trepar”. Ante este ingenioso plan, sus amigos no tuvieron más remedio que apoyarlo, y acordaron ir a despedirlo en su aventura de visitar a la esposa del Sol. Fue cuando los mentirosos de Juchitán convinieron reunirse una noche en Playa San Vicente para decirle adiós a Moonge.
Ya se encontraban todos pisando la fina arena, cuando llegó el viajero con su caja de totopos, su ración de camarón seco y sus tamales de elote. “Estoy listo ―dijo él―. Voy a lazar a la Luna y conoceré sus caminos. Cuando regrese les diré cómo me fue”. Moonge empezó a calentar el brazo para lograr su objetivo. Estando preparado respiró profundo y aventó la cuerda. En el primer intento falló. Unos pescadores del Barrio Guze Benda fueron a recoger su mecate hasta San Mateo del Mar, pero no se desanimó. La siguiente vez escupió las palmas de sus manos, recogió un poco de arena de la playa y arrojó nuevamente el lazo. Acertó. Y el disco celeste quedó bien sujetado. Entonces Moonge intentó ascender. Pero grande fue la sorpresa de todos al percatarse que en lugar de que él subiera, la Luna comenzaba a caer por la fuerza con que era jalada. Al ver que la gigantesca esfera venía hacia ellos, todos echaron a correr lo más rápido que pudieron. Para desgracia de Juchitán, la Luna golpeó con fuerza en el lugar en que Moonge y su camarilla se encontraban. Todos murieron, y la rueda de plata ―con la misma fuerza del impacto― rebotó en la Tierra y regresó al lugar de donde había salido.
Fue así como nuestro pueblo se quedó sin contadores de mentiras que alegraran la vida de las personas…