El bloqueo nuestro de cada día


Gubidxa Guerrero

[Texto publicado en Enfoque Diario, el martes 18/Feb/2014]

Taxistas, carretoneros, recolectores de basura, mototaxistas y urbaneros; todos hacen de su voluntad ley. En Juchitán y en varios pueblos istmeños se paraliza la actividad económica cuando al líder le viene en gana.

Ayer, por ejemplo, fueron los urbaneros quienes bloquearon con sus pesadas unidades las calles céntricas de la ciudad de las flores. Con ello estaban manifestando una serie de inconformidades ante el gobierno, pues, afirman, con el ingreso de casi dos mil mototaxis el negocio del transporte público se afectó grandemente. Y ahora ni a las colonias pueden ingresar, ya que se les impide el paso...

Una indemnización piden quienes fueron desplazados del rubro por la ingobernabilidad en Juchitán. Y es que desde que en la administración anterior, hicieron su arribo cientos de pequeñas unidades cobijadas por la COCEI (PRD-PT) y el PRI, las cosas no son iguales.

Aunque la causa pueda ser legítima, no se justifica que se paralice la actividad comercial y social, afectando a otro tanto de personas que diariamente deben vender sus productos. 

A muchos de quienes giran instrucciones de bloquear se les olvida que el mercado de Juchitán no sólo es punto de reunión de casi 100 mil juchitecos, sino que es utilizado por gente de otras tantas comunidades que diariamente se trasladan a Guidxiguié’ para vender y comprar.

Lo que hasta hace dos décadas sería alarmante, hoy es visto con toda la normalidad del mundo. Por desgracia, los istmeños nos vamos acostumbrando a los bloqueos cotidianos. Lo que a Juchitán es el ‘canal 33’ o las avenidas céntricas, es a Tehuantepec el ‘puente de fierro’, a Ixtaltepec el puente sobre el Río de las Nutrias o a Salina Cruz el importante bulevar de entrada. 

¿Hasta cuándo las autoridades permitirán que se violente el derecho de las mayorías? Es preciso que los actores sociales y políticos busquen cauces para resolver las principales demandas. Todos deben poner de su parte para no seguir hundiendo esta región en el fango.

No seremos nosotros, sino nuestros hijos, quienes pagarán el precio de la indiferencia oficial y la cerrazón. A menos que cambiemos de actitud…