Existe la incertidumbre de lo que vaya a ocurrir durante la siguiente semana |
Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el martes 3/Dic/2013]
Estamos a menos de un mes de que finalice el período administrativo de Daniel Gurrión Matías en Juchitán. El 31 de diciembre dejará de gobernar el PRI en una de las ciudades más importantes, políticamente hablando, del Estado de Oaxaca.
En los tres años recientes pasó de todo: el aumento de las invasiones de terrenos para la fundación de “colonias populares”; la aparición de más de dos mil mototaxis en las calles de la ciudad; y los constantes enfrentamientos, y el desorden, en Juchitán. Los proyectos eólicos llegaron para quedarse, lo que también generó un conflicto social que no fue manejado de la mejor manera. Para colmo, la elección de julio dejó dudas entre los electores, que hasta el día de hoy no saben exactamente cómo vaya a ser el cambio de administración.
En el mercado, en las pachangas, en los taxis y en toda reunión popular surge la pregunta de cómo se resolverá el asunto que ahora se dirime en tribunales. Según los resultados que se dieron a conocer a los pocos días de la elección, Saúl Vicente Vázquez, candidato de las “izquierdas”, fue quien más votos tuvo y el que, por tanto, tendría que despachar en el Palacio Municipal. Sin embargo, luego de que el Tribunal Estatal anulara más de 1,200 votos de los pasados comicios, existe la posibilidad de que sean desconocidos los resultados en su conjunto.
Héctor Matus Martínez, candidato del PRI a la presidencia municipal, no ha quitado el dedo del renglón en su búsqueda de que una instancia federal falle a su favor. Se siente relativamente confiado por las irregularidades que se presentaron en varias casillas, mismas que motivaron la anulación de algunas de ellas. No obstante, para lograr su propósito final (echar abajo todo el proceso) requerirá de muchas más pruebas y la intervención de personajes de las más altas esferas que posibiliten un acuerdo que procure conciliar los distintos intereses en pugna.
En la democracia un voto hace la diferencia. Por desgracia, cuando la elección no es confiable, el gobierno jamás termina de cimentarse. Fue lo que le pasó a Felipe Calderón Hinojosa en 2006, cuando a pesar de su “triunfo” en las urnas, jamás logró la legitimidad suficiente para dirigir los destinos del país. ¿Podría ocurrir lo mismo en la tierra de Che Gómez? No lo sabemos…