Taxco, Guerrero |
Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el martes 29/Oct/2013]
Inicié la semana en Taxco, Guerrero; hermosa ciudad de origen prehispánico que tuvo un impresionante crecimiento durante la época colonial. La extracción de plata hizo que este pequeño poblado nahua levantara magníficos edificios de cantera. La arquitectura de Taxco alcanzó la cúspide con el templo de Santa Prisca, muestra singular del arte barroco en México.
Taxco atrae miles de turistas cada año, que deambulan por sus callejones empedrados. A pesar de que las calles tienen una inclinación pronunciada, los vehículos respetan las normas de tránsito impecablemente. Asimismo ceden el paso a los visitantes, sabiendo que éstos dejan una derrama económica necesaria para la vida comercial de la ciudad.
No puedo dejar de pensar en la región istmeña cuando camino por Taxco. No porque se parezcan, sino porque en el Istmo de Tehuantepec estamos haciendo exactamente lo contrario a los taxqueños: ahuyentar el turismo, maltratar al peatón, acabar con nuestra economía.
Tehuantepec podría rivalizar con ciudades como San Cristóbal de las Casas o Guanajuato. Con Taxco también. Las casonas de la antigua Guadalcázar compiten con aquéllas, en antigüedad y belleza, con la diferencia de que allá las autoridades se preocuparon por gestionar grandes proyectos de restauración, mientras que en la metrópoli tehuana se destruyen las edificaciones en aras de un progreso mal entendido.
Juchitán y su mercado, el idioma zapoteco y sus artistas, podrían competir con la Verde Antequera. Si además de lo local, sumáramos eventos nacionales auspiciados por instituciones de prestigio, el resultado sería fabuloso. Desafortunadamente, en lugar de lo anterior, los constantes conflictos promovidos por líderes voraces ahuyentan a los pocos visitantes, de tal modo que ni los propios juchitecos se ven animados a regresar al terruño en temporada vacacional.
Estamos autodestruyéndonos. Juchitecos, tehuanos, ixtepecanos, xhuncos… estamos dejando escapar excelentes oportunidades de mejorar nuestros ingresos. Estamos, también, afectando nuestra propia convivencia.
La delincuencia, la falta de cultura vial, la politiquería están acabando con lo bueno que nos heredaron nuestros mayores. Por eso pregunto en voz alta: ¿Y si peatonalizamos las calles céntricas para que más familias acudan andando a los centros históricos de nuestras ciudades? ¿Y si recuperamos espacios públicos para que los niños y jóvenes jueguen? Es necesario que las personas se sientan seguras y tranquilas en sus comunidades.
Por lo pronto, los vecinos de la Av. Hidalgo, en Juchitán, están recuperando un espacio colectivo para sociabilizar. El tramo entre Independencia y Reforma se llenó de vida hace algunos días, en que los vecinos vendieron cena y practicaron deportes en un lugar que los políticos quisieron violentar haciéndolo de doble sentido y llenándolo de mototaxis que no respetaban elementales normas de tránsito.
Ojalá las futuras autoridades sean sensibles al clamor popular y devuelvan la confianza a la ciudadanía.