Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario el lunes 02/Sep/2013]
Después de las escenas del primero de diciembre en las afueras del Palacio Legislativo de San Lázaro, nada puede sorprendernos. Hace nueve meses Enrique Peña Nieto asumió la Presidencia de la República en un momento harto difícil.
Los noticiarios del mundo no dejaban de publicar imágenes de los enfrentamientos en la capital del país. En aquella ocasión, muchos edificios fueron pintarrajeados, y hubo civiles y policías heridos. Después, quedó claro que la mayor parte del nutrido contingente que manifestó su repudio contra el nuevo mandatario se condujo pacíficamente, no así los reducidos grupos de anarquistas que buscaron a toda costa provocar un enfrentamiento de consecuencias mayores.
Lo que vimos ayer en el Distrito Federal no puede presentarse como algo extraordinario. Desde 2006, millones de mexicanos se han acostumbrado a mirar magnas concentraciones de protesta. En una de ellas, Andrés Manuel López Obrador logró convocar a dos millones de personas, en la que sigue siendo la marcha más grande de la historia de México.
Sin embargo, a los priístas se les amargó el día; pues, independientemente de que se esperaban acciones de protesta, conservaban la esperanza de que durante el Primer Informe de Gobierno del actual titular del Ejecutivo, las cosas transcurrieran sin novedad. No fue así, pues la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) acaparó la atención de los noticiarios.
Durante las semanas previas, los capitalinos han padecido lo que es habitual en el Estado de Oaxaca: plantones, bloqueos, consignas, y las negociaciones entre dos dirigencias cuestionables (la del Sindicato y la del Gobierno). Por fin podrán entender millones de personas en el país, la molestia de la mayor parte de los padres de familia en Oaxaca. Aunque para estar realmente en la situación de esta Entidad, sus hijos tendrían que perder dos o tres semanas de clase. Así, pues, los defeños únicamente están padeciendo ciertos estragos de los que son recurrentes por estos rumbos.
Pero, ¿qué hay del Informe? Lo de siempre: enumera las acciones en los principales rubros de la administración pública. Destaca algunos aciertos, sobre todo en lo tocante a las relaciones exteriores. Asimismo, muestra a un régimen un poco inclinado a la izquierda, por los programas que pretenden reducir la pobreza extrema. Pero en general, es apenas un rosario de lo que se ha hecho y de lo que pretende hacerse. Muestra las bases sobre la que Peña Nieto y su equipo construirán las políticas públicas del sexenio.
El verdadero Informe de Gobierno lo dará el Presidente en 2018, cuando estemos en posibilidades de saber si las reformas constitucionales que se están impulsando, fueron acertadas. Por lo pronto, podríamos considerarlo un reporte que, sin embargo, permite entrever para dónde se dirige la corriente…