Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario el jueves 05/Sep/2013]
Los periodos electorales a nivel municipal son, en teoría, de tres años. Y digo de tres, porque comúnmente terminan reduciéndose a dos. Veremos.
Cada nuevo ayuntamiento tarda generalmente un semestre en recibir los recursos asignados al municipio. Es natural que entre las acreditaciones, la novatez y la burocracia, las ciudades y pueblos tengan que esperar ese tiempo razonable. En conclusión, seis meses perdidos al inicio del trienio.
Pero la justificación anterior no tendría por qué aplicar al finalizar cada período, puesto que las finanzas marchan a tope. Sin embargo, después de la segunda mitad del tercer año de gobierno, las autoridades parecen esfumarse, y con ellas el raquítico presupuesto asignado a los municipios. Es decir, seis meses más.
Vemos, entonces, cómo el primer y último semestre de cada trienio están marcados por la inoperancia.
Al tercer año en los cabildos suele conocérsele como el Año de Hidalgo, para completar con el “chin chin el que deje algo”. Si durante la mayor parte del tiempo que la Constitución marca, algunos políticos se sirvieron con la cuchara grande, ya se imaginarán los meses finales…
En las semanas por venir iremos constatando la afirmación anterior. Desgraciadamente algunos municipios, con la complicidad de los regidores de todos los partidos, se ocuparán cada vez menos de atender las necesidades de sus habitantes. Si una colonia tuvo carestía de agua, no se imagine que el tema se resolverá en este semestre; si un barrio sufrió por la inseguridad, que se aguante; y así por el estilo.
Es preciso que los ciudadanos organizados y los futuros alcaldes pongan manos a la obra para evitar el saqueo descarado que se acostumbra al finalizar los trienios. Que las patrullas, maquinaria, bienes inmuebles y todo lo que pertenezca a los municipios, quede en manos de éste.
Que 2014 no agarre a los nuevos presidentes desnudos. Que con el siguiente período inicie también una nueva forma de gobernar: con honradez y transparencia. Suena a sueño guajiro, pero nunca está de más recordar cómo deberían funcionar las cosas…