Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario el martes 24/Sep/2013]
Hablar del tema energético en México es harto delicado. Por una parte, desde pequeños nos enseñaron a admirar la valentía del General Lázaro Cárdenas, Presidente de la República de 1934 a 1940, quien pese a las presiones internacionales nacionalizó la industria petrolera de nuestro país; y por otra se nos ha repetido hasta el cansancio la ventaja de “fortalecer Pemex” mediante la iniciativa privada.
Nadie puede negar que Petróleos Mexicanos es una empresa paraestatal rentable en términos netos. Aporta a las arcas del país casi 40% del presupuesto. Quien diga que no ve dinero de la renta petrolera en sus bolsillos es un ciego; pues en cada peso que la Federación gasta va un porcentaje importante ingresado por la venta de petróleo al mundo.
Sin embargo, tampoco se puede negar la mala administración que ha padecido esta empresa de los mexicanos gracias al uso político que se le ha dado desde los primeros tiempos del priísmo. La marcha de Pemex la determinó, muchas veces, la voluntad del Presidente, en lugar de las razones de Estado.
El PRI empolló varios monstruos sindicales para fines políticos. El corporativismo mexicano hizo que surgieran gremios de cientos de miles de afiliados, preocupados más en agradar al líder y al mandatario en turno, que en trabajar eficazmente.
La corrupción, mal lacerante de nuestro país, ha provocado que un foco de crecimiento esté malherido, siendo, hasta hoy, motivo de disputas.
Todos hablan de la importancia del sector, pero cada bando jala por su lado. Mientras unos hablan de abrir el rubro a la iniciativa privada, para optimizar áreas específicas como la exploración, en donde Pemex hace muy poco; otros afirman categóricamente que lo anterior sería dar la espalda a los deseos del General Cárdenas.
Lo cierto es que hay un gran desconocimiento del tema. Tanto el Gobierno Federal como quienes se oponen a la Reforma Energética manejan información sesgada metiendo en un mismo costal asuntos, si bien relacionados, de distinta solución.
No es lo mismo hablar del liderazgo del sindicato de Pemex, corrompido y aliado del priísmo, que hablar de las ganancias del rubro, a razón de mil por ciento por barril de crudo. Tampoco es lo mismo hablar de extracción, en la que nuestro país sobreexplota yacimientos, que de la refinación, donde pareciera que México tienen prohibido invertir para no afectar las refinerías del coloso del norte.
Es importante que entremos a la discusión de la mano de información veraz. Es necesario que escuchemos las voces de especialistas con mucho que aportar. También es importante que reconozcamos una verdad inocultable: en Pemex, desde hace mucho, trabajan empresas privadas extranjeras, que por la falta de normatividad clara, se mueven sigilosamente. ¿No sería mejor reconocer lo evidente y contribuir a su regulación? Queda en el aire la cuestión.