Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario el domingo 29/Sep/2013]
Cierta mañana una niña, fiel lectora de mis relatos dominicales, preguntó: señor, ¿de dónde vienen los cuentos?, ¿de dónde los saca usted?
Nunca había reparado en el hecho de que, para los niños, una historia es asunto serio. No puede ser intrascendente que Ta Jacinto Lexu se marche sin brindar una lección. Tampoco puede ser poca cosa que un nahual derrote a sus adversarios, o que no vuelva a salir el sol por el horizonte; ya que los cuentos son una manera de revelarles el mundo.
Eso pensaba cuando le respondí a la niña: es un contador de historias quien me platica lo que escribo. En las noches, luego de cerrar los ojos para conciliar el sueño, mi alma sale por la ventana en busca de Francisco, que es como se llama el viejito que cuenta relatos.
Pocos lo saben, pero todo cuanto sucede en la imaginación suele estar pasando, también, en un mundo paralelo. Y el señor Chico tiene un mirador desde el que observa los acontecimientos más curiosos para luego referírmelos. Por tanto, podríamos decir que no se inventan historias, sino que únicamente se platican sucesos de otro mundo, en donde las plantas hablan, la gente es más amable y hasta lo más inverosímil puede ocurrir.
La niña me miró con ojos bien abiertos, sabiendo que sus sospechas eran ciertas, y que las historias venían de algún sitio, de donde yo simplemente las traía para compartirlas con mis lectores.
Entonces, le dije que me encargara un relato para pedírselo al amigo contador de historias. Ella, muy contenta, quiso un cuento de tortugas. Fue así como a la semana siguiente publiqué “Un regalo de la lluvia”.