Supervivencia

"Nadie creerá que eres brujo", le dijo el nahual a Francisco cuando le perdonó la vida.
Ilustración: Manuel Trapiche


Gubidxa Guerrero 

Francisco camina despacio. El traje le pesa demasiado. A pesar de repetir la rutina de ejecutivo de una importante firma, sigue sin acostumbrarse. La capital del país lo fascina en algunos aspectos, pero en otros le aburre. De no ser por los vendedores ambulantes, la calle Madero y sus visitas al barrio de Tepito, se moriría de desesperación.   

Con esmero logró escalar puestos en el trabajo. Difícilmente lo reconocería quien lo hubiera dejado de ver un buen tiempo.
     
En el pueblo la cosa era más sencilla. Despertaba temprano. Le gustaba decir que 'le ganaba al Sol', porque se levantaba antes de que el astro rey saliera por el horizonte. Pero la vida en Guevea tenía sus altibajos…
     
La comunidad estaba habitada por pocas familias que se habían ramificado hasta alcanzar algunos miles de habitantes. La situación, en esencia, no había cambiado mucho desde tiempos remotos. Las pugnas entre nahuales --o brujos, como les dicen algunos-- eran proverbiales. En lugar del "se llevan como perros y gatos", la gente decía "se tratan como brujos de Guevea". Un día se transformaban en fieras o tiernos animales, otros se volvían bolas de fuego.
     
Por eso a Francisco le gustaba tanto el pueblo. Con sus riesgos, ese poblado boscoso le daba más emociones que a un soldado en guerra. La adrenalina aparecía en su cuerpo reiteradamente. Nadie iba a pensar que esa misma situación lo terminaría exiliando.
     
Fue una tarde que salió de cacería. Era apenas un muchacho que soñaba con conocer otros lugares, tan solo para aprender técnicas con las cuales derrotar a sus adversarios. "En otras regiones debe haber brujos más buenos, que me pueden enseñar trucos para ganarle a los de aquí", se repetía con frecuencia. Pero la tarde de la que estamos hablando, Francisco no se previno. Por un exceso de confianza caminó por veredas perdidas siguiendo a un venado que no se dejaba atrapar. Hacía días que lo perseguía, pero en el último instante se esfumaba, por lo que el muchacho se afianzó en su propósito y prometiose capturarlo a como diera lugar.
     
No notó que el supuesto venado era un brujo de los contrarios, que haciéndose pasar por dicho animal lo iba adentrando al bosque por rumbos desconocidos. Cuando Francisco lo alcanzó, éste se metamorfoseó en el mayor de los nahuales. Tremendo susto dio al muchacho que intentó huir a toda prisa. Nada pudo lograr ante la pericia de su enemigo circunstancial. 
     
Francisco aceptó la suerte que le tocaba. Una muerte segura era el destino de los descuidados. "Que sea tu voluntad", dijo el muchacho al habilidoso nahual. Pero mucha fue su sorpresa cuando el viejo lo miró compasivo y le propuso un trato. 
     
Esa es la razón de que el director de aquella importante empresa viva ahora en la capital. Ante el mundo de los negocios es uno de los ejecutivos más exitosos. Pero los brujos de Guevea saben que cumple una encomienda. 
     
"Esos citadinos son unos confiados, como tú lo fuiste este día. Irás al mero centro del mundo a vencerlos como te vencí hoy. Harás dinero y tendrás poder. Entonces llegaremos allá como un solo cuerpo, y las guerras en Guevea terminarán, porque tendremos un mismo propósito. Aquí en el pueblo nos estamos matando. Allá será muy sencilla la conquista. Únicamente debes sobrevivir. Nadie creerá que eres brujo", le dijo el nahual a Francisco cuando le perdonó la vida.


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Texto publicado en Enfoque Diario el domingo 11/Ago/2013. Publicado en Cortamortaja el sábado 11/May/2024.