Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el viernes 8/Feb/2013]
Dos realidades proyectan los medios informativos en torno a Ciudad Ixtepec. Dos versiones se contraponen tratándose del asunto migratorio. Mientras en todo el mundo se reconoce la labor humanitaria de Alejandro Solalinde al frente del Albergue “Hermanos en el Camino”, en la ciudad donde éste funciona, un numeroso sector de la población ha pedido su cierre.
Cada semana arriba a la antigua ciudad ferrocarrilera un considerable número de inmigrantes centroamericanos. Montados sobre La Bestia, como denominan al convoy que los conduce de Tapachula a suelo istmeño, los indocumentados encuentran refugio en tierra jeromeña. Si bien, la mayor parte de estos viajeros intenta llegar a Estados Unidos, un sector proporcionalmente pequeño decide quedarse. Algunos para bien y otros para mal…
La delincuencia en todo el país va en aumento. Ni el Istmo ni Ixtepec son ajenos a esta tendencia. Desafortunadamente para los migrantes, cierta cantidad de los delitos en esta última ciudad son cometidos por personas provenientes de países como Guatemala, El Salvador y Honduras.
Delincuentes hay en todo el mundo. Pero el hecho de que en algunos asaltos y violaciones se hayan visto implicados directamente algunos indocumentados, hace que la opinión pública sienta rechazo hacia todos por igual.
Ningún sector ha sufrido tantas violaciones a sus garantías como nuestros hermanos inmigrantes. Los abusos y el desamparo que padecen en este país, es mucho peor que el que sienten nuestros paisanos en la frontera norte. Sin embargo, justos pagan por pecadores, como suele decirse, y la población ixtepecana va siendo presa de la discriminación a causa del aumento de los índices delictivos.
Por ello, en lugar de buscar chivos expiatorios para que las autoridades se laven las manos, es preciso que la ciudadanía exija a los mandos policíacos el cumplimiento de sus obligaciones. Quien cometa un delito debe ser detenido, sea o no centroamericano. Pero tampoco queramos justificar a nuestros delincuentes culpando a los inmigrantes, quienes en su gran mayoría son víctimas de una doble delincuencia: la mexicana y la de las pandillas centroamericanas.
Ojalá el clima de odio disminuya. Que el mensaje de Cristo que distingue a “Hermanos en el camino” toque los corazones de nuestros paisanos, para que el Istmo siga siendo reconocido por su tolerancia, no sólo hacia personas de preferencias sexuales distintas, sino también hacia los viajeros que buscan un mejor nivel de vida.