Se dice que todo está decidido en las elecciones. |
Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el miércoles 30/Ene/2013]
Hace algunas décadas, bastaba el dedo poderoso de un personaje para que se pusiera en marcha la maquinaria partidista en la selección de candidatos. El Presidente de la República era el fiel de la balanza en la disputa por las candidaturas estatales. Si bien no tomaba una decisión a la ligera, la opinión del titular del Ejecutivo contaba, y mucho. Los mandatarios estatales, a su vez, elegían dedocráticamente a los aspirantes a las alcaldías.
De todo lo anterior, el aspecto más increíble es que cada uno podía heredar el puesto al que quisiera o más conviniera a sus intereses.
La maquinaria política mexicana estaba perfectamente engrasada. No faltaban las disputas menores por algún puesto importante, cosa que se resolvía civilizadamente mediante la asignación de un cargo público.
Pero las cosas cambiaron cuando el Partido Revolucionario Institucional (PRI) sufrió su ruptura histórica: la salida de Cuauhtémoc Cárdenas. Lo anterior desequilibró todo, y las cosas no volvieron a ser lo mismo.
Ahora los ciudadanos eligen a sus representantes (o a sus verdugos, según se dice). Ninguna elección deja de tener sus sorpresas, de tal manera que, aunque existan ventajas en uno u otro bando, jamás está dicha la última palabra. Sin embargo, en los últimos tiempos, existe una nueva modalidad de dedazo: no se designa a quien será el ganador, sino que se procura asegurar la candidatura de quien garantiza una derrota.
De ese modo, los dirigentes de cualquier instituto político hacen lo posible por influir en la elección interna del contrario, procurando que postulen a las personas con menos posibilidades.
Se dice que en el Istmo de Tehuantepec la suerte está echada. Que no habrá sorpresas, y que en los principales municipios todo está arreglado. Este hecho ha intimidado a ciertas personas que no quieren derrochar su capital político (ni su dinero, en campañas condenadas al fracaso). Si todo está decidido “desde arriba”, ¿qué caso tiene competir?, argumentan.
En las elecciones municipales venideras no sólo se juegan los cargos públicos, sino cuantiosos recursos económicos. Los presupuestos de Salina Cruz, Tehuantepec y Juchitán superan juntos los dos mil millones de pesos por trienio. De ese tamaño es la apuesta. Por tanto, los grupos de poder detrás de las precandidaturas desean asegurar la inversión, lo que estaría obligándolos a pactar muy temprano.
Se dice que en Juchitán la victoria de Emilio De Gyvés es casi un hecho. Que “ya le toca”, como si se tratara de un juego de pirinola. Y así como Juchitán lo recuperará el PRD, en Tehuantepec se mantendrá el PRI y en Salina Cruz el PAN.
Los pronósticos nunca son certeros, pero no está de más referirlos. No obstante, querido lector, la suerte última de los aspirantes la determinará usted en la urna de votación. Razone su sufragio.