Gustan los canes de jugar en el césped. Corren divertidos entre húmedos pastizales y árboles de toda clase.
Existen en el mundo animales domésticos que regresan a su estado silvestre. Caballos y asnos dan prueba de ello en diversos rumbos. Pero también acontece al mejor amigo del humano.
Hubo un simpático cachorro que no tuvo dueño. Nació en el monte, cercano a un pueblo laborioso. Su madre fue abandonada en una carretera cercana cuando faltaba poco para el alumbramiento.
La hembra buscó un sitio cálido, protegido de las inclemencias, y entre las raíces de dos sagrados ahuehuetes vino a parir seis cachorros. Seis, como la cantidad de años del niño que lo retrató.
Perrito es como llamaban al único integrante de la camada que sobrevivió. Sus hermanos no soportaron el hambre, el frío y las enfermedades. La falta de un hogar, de una familia que los alimentara, resultó fatal.
Perrito tenía una extraordinaria facultad: podía hablar con las hierbas y los árboles. Tanto era su gusto por dialogar con ellos, que comprendió aspectos que los humanos desconocemos.
A Perrito le gustaba visitar una casa a las afueras del pueblo, en donde vivía un niño que le daba de comer y jugaba con él. Podría decirse que éste también tenía la rara facultad de comunicarse con seres de otra especie, pues ladraba junto a Perrito cuando otros animales lo molestaban. Conocía sus senderos y, lo más importante, sabía bajo qué frondosos árboles había nacido.
Muchas aventuras podría contarles de Perrito, pero baste este dibujo para que lo conozcan. Quizás se lo encuentren caminando por un callejón o en una transitada vialidad. Tal vez lo miren bajando de un cerro o bebiendo agua de un río. Quizás en alguna fiesta popular o afuera de algún puesto de comida.
En cualquiera de los casos, si les fuera posible, bríndenle un poco de agua y alimento. Recuerden que él no eligió nacer bajo hermosas ramas de ahuehuete. Su familia son los árboles.
Vie 3/Feb/2023
*Relato basado en el dibujo "El Perrito i los arBoles" de Gusibí Guerrero Ramos.