Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el lunes 10/Nov/2014]
Hace algunos años, le hablé a mi abuela (que desde lo alto me acompaña) de "revolución". Me contestó que ella nació cuando inició una (1910) y que de ella recordaba hambre y sus muertos: "Ésos nunca regresan y siempre les lloras. Hay que pelear nomas cuando se necesite, porque muchos sufren por sus muertos y luego el hambre se queda".
El párrafo anterior fue posteado el 6 de noviembre por mi profesor de la materia ‘Introducción a la Antropología’, Alejandro Durán, de cuando su servidor estudiaba en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) hace algunos ayeres.
Las palabras que recogió guardan una verdad inobjetable: llamar a la violencia, por ‘encimita’, tiene cierto dejo de irresponsabilidad si no se está dispuesto a asumir las consecuencias funestas.
Este sábado 8 de noviembre fue incendiada una de las puertas de Palacio Nacional. La manifestación pacífica a la que acudieron miles de personas se vio empañada por el vandalismo que se está volviendo cada vez más usual.
Algunos señalan al mismo Estado mexicano de vestirse de “anarquista” para, mediante la infiltración, satanizar el movimiento social. Otros, en cambio, aplauden estas acciones violentas llamando “héroes” y “valientes” a unas personas que, con los rostros cubiertos y protegidos por la masa, aprovechan movilizaciones pacíficas para agredir, pintarrajear y destruir bienes públicos.
Como haya sido, la situación por la que atraviesa nuestro país es delicada. Nadie puede negar que los órganos encargados de la seguridad, se introducen a movimientos sociales para “vigilarlos” desde adentro, pues ésta es una de sus tareas. Pero tampoco podemos negar que muchas personas cometen delitos a plena luz del día, sin pasamontañas ni nada, porque se creen con derecho de “protestar” de esta manera, sabiendo que la impunidad es la regla.
Mucho se ha escrito de los jóvenes que fueron secuestrados en la ciudad de Iguala la noche del 26-27de septiembre. Su desaparición y asesinato (indudable a estas alturas) es absolutamente condenable. Pero no son los únicos.
¿Faltan 43? De hecho, faltan como 25 mil. Desde que la famosa 'guerra contra el narco' empezó en el sexenio pasado, nos vienen matando y desapareciendo gente inocente. Al menos este caso obligó a la opinión pública mundial a voltear a nuestro país.
Ojalá que la presión popular y mediática continúe para encontrar a los culpables de las demás desapariciones (y 100 mil homicidios). Ojalá que México encuentre la paz que le hace falta. Ojalá que los políticos de todos los partidos se miren en el espejo guerrerense. Ojalá que la pronta resignación llegue a las familias de los jóvenes asesinados y que se les haga justicia, caiga quien caiga. México vuelve a estar de luto.