Andados Turístico. Oaxaca de Juárez |
Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el miércoles 13/Nov/2013]
Ayer lanzamos una pregunta abierta: “¿Son malos los mototaxis?” Concluimos que ningún medio de transporte público es bueno o malo en sí mismo, sino que la percepción depende de qué tan capacitados estén los conductores para brindar este servicio.
Hoy queremos reflexionar acerca del uso de las calles. Como su nombre lo indica, la vía pública es un ‘camino de todos’. Pero, ¿para qué sirven?
Vayamos al origen. Las vialidades, que hoy vemos pavimentadas, con reductores de velocidad y, si tenemos suerte, correctamente señalizadas, existen desde mucho antes de la aparición de los automóviles. De hecho, van más allá del uso de carruajes para transporte de personas o de las carretas de carga. En el Istmo de Tehuantepec anteceden, inclusive, a la llegada de los caballos traídos por los españoles.
Las calles o callejones, por tanto, no están asociados originalmente a los vehículos de motor, pero sí al uso común. Una vialidad tiene como característica principal el hecho de que puede ser utilizada por todos. ¿Para qué? Para transitar y convivir, o para separar los bloques de vivienda en las poblaciones grandes. (Existen pueblos sin calles, donde los patios y pequeños caminos irregulares delimitan las casas. Pero de éstos no hablaremos en esta ocasión).
Las avenidas, entonces, tiene distintos usos, y depende de las autoridades, del nivel de conciencia de la población y de las necesidades generales, la utilidad que se priorice. Decía mi abuelo: “Las calles no se inventaron para los carros, sino para las personas”, y tenía toda la razón.
En varios países se han reservado segmentos de las calles para uso exclusivo de las bicicletas, con la finalidad de promover el ejercicio y la reducción de contaminantes. Hay muchas ciudades mexicanas que destinan avenidas enteras para uso exclusivo de peatones. Así lo constata el Andador Turístico de Oaxaca de Juárez, o la calle Francisco I. Madero del Distrito Federal.
En Juchitán, las calles no sólo sirven para transitar ―tanto a pie, como en caballo, carreta o automóviles―, sino, también, para convivir. Por eso es común ver fiestas, donde un día antes pasaban camiones. La calle, reitero, es de todos.
Lo importante es que los usos estén regulados. Cuando un gobierno no administra y un puñado de personas rompe la armonía del vecindario ―queriendo utilizar un espacio de todos, sólo para fines de transporte público, sin respetar el sentido de las vialidades ni el derecho de los peatones a caminar con tranquilidad― surgen los problemas.
Es necesario que las autoridades de los municipios istmeños vayan pensando en los distintos usos de las avenidas; de tal manera que todos tengamos cabida en ellas: el que organizará una fiesta, el que camina, el que maneja un vehículo, el que realizará una actividad cultural, etc. Lo importante es que sea con respeto y con el consenso general. La población que primero lo haga, sentará un valioso precedente.