Fotografía.- Jacciel Morales |
Gubidxa Guerrero
[Texto publicado en Enfoque Diario, el lunes 25/Nov/2013]
Se dice que las cosas no son buenas o malas por sí mismas, sino que depende mucho del lugar donde nos encontremos, o sea, del cristal con que se mire. Viene esto a cuento por la polarización que provoca el tema de los aerogeneradores en la planicie costera del Istmo de Tehuantepec, región estratégica por muchas razones, entre ellas la producción de energía eléctrica.
Desde hace varias décadas, gobiernos, científicos e inversionistas de todo el mundo vieron en nuestra región un potencial grande para el desarrollo. Y no sólo por los fuertes ventarrones que azotan la llanura durante buena parte del año, sino por la situación geoestratégica que ocupamos: estamos ubicados entre dos océanos, tenemos uno de los puertos más importantes del pacífico (Salina Cruz), poseemos selvas (los chimalapas), recursos humanos (más de un cuarto de millón de gente trabajadora), estamos en una planicie, etc. etc. Ya desde la época prehispánica la llanura istmeña era codiciada por muchos pueblos; siempre por las mismas razones: situación estratégica y recursos naturales. Que no nos extrañe, entonces, que estemos en el ojo del huracán.
Desafortunadamente, medio mundo sabe del valor del suelo que pisamos y de los recursos que poseemos, menos nosotros. La ignorancia que priva en amplios sectores de la región, hace que asumamos posturas livianas, o que emitamos juicios de forma simplista, condenando o aplaudiendo cualquier proyecto que se nos presente.
No toda inversión privada es mala o buena. Hay quienes satanizan la inversión extranjera, porque así lo han escuchado en la televisión o en los megáfonos que acompañan las marchas. Otros, por el contrario, santifican la iniciativa privada, pues para estas personas todo lo que huela a intervención estatal es negativo.
Quién no ha escuchado frases como: “No a los aerogeneradores”, “No a las empresas españolas”, “No al saqueo del Istmo”; como si la producción eléctrica a base de viento fuera mala. Es irónico que grupos que se dicen ecologistas se opongan a uno de los métodos más limpios de generar energía. Pero, por otro lado, existe gente que dice: “Sí a la inversión”, “Sí a la generación de empleo”, “Sí a la modernización”, como si el proyecto eólico fuera una bendición sin mayores consecuencias negativas.
El asunto va más allá de instalar miles de aspas. Se trata también de los conflictos que esto puede provocar a nivel comunal; ya que después de que los terrenos aumentaron su valor, han resurgido muchos problemas por límites, como en el caso de Santa María y San Mateo del Mar, pueblos huaves hermanos, cuyos habitantes no se pueden ver por las disputas territoriales. También se ha sabido de casos en que las autoridades ejidales de ciertos pueblos han firmado convenios a espaldas de sus representados.
Lo que vemos es apenas el comienzo del proyecto. Hoy en día Juchitán, Unión Hidalgo, El Espinal e Ixtaltepec ya cuentan con aerogeneradores. Pronto los tendrán algunos otros municipios, y se construirán nuevos parques en las poblaciones citadas primeramente.
Donde hay intereses económicos suele haber conflictos. Por lo pronto, baste con reafirmar eso. Más adelante tendremos oportunidad de analizar más a fondo las implicaciones legales, ecológicas, económicas y hasta históricas, por la construcción de los parques eólicos en el Istmo de Tehuantepec.